Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
En una habitación cargada de imágenes y textos que remontan al aposento de un arqueólogo, mujeres de diversas edades mezclan historias de quienes habitaron estas tierras hace años y el arte de revivirlas en piezas de arcilla.
El taller lleva más de una década de vida, de los cuales hoy está transitando el décimo año en las instalaciones del Museo Jesuítico Nacional. Las alumnas que allí asisten no solo aprenden técnicas ligadas al trabajo artesanal sino también desempolvan la cultura de los nativos plasmadas en objetos que aún resisten el paso del tiempo.
Norma Vizcardi, Albertina del Pazo y Ana Galliano son las docentes que coordinan el espacio nacido de una capacitación que se brindó en el Ceder de Jesús María. El interés por la temática llevó a un grupo de amigas a continuar con los encuentros que luego dieron inicio a Ashpa Nina Yaku.
“El nombre es en quechua. Ashpa es tierra, Nina es fuego. La alfarería parte de la tierra, Nina es el fuego y Yaku es el agua. Son los tres elementos básicos para que un barro pase a ser cerámica”, explicó Norma.
Raíces latinoamericanas

El objetivo principal es recurrir a los mismos métodos empleados en aquel entonces. Por ello, se usan pigmentos vegetales y minerales en polvo que se mezclan con otros ingredientes para obtener la pintura. Las manos artesanas sólo son ayudadas con cucharas de alpaca, piedras pulidas o palitos de helado para dar forma.

El norte argentino tiene gran influencia de culturas mayas, incas y aztecas, de ahí su riqueza en las creaciones. A medida que el análisis se aleja de la región, la composición y los detalles se van perdiendo, pero no fue el único motivo por el cual la creatividad se vio afectada. La llegada de los españoles al continente obligó a los primeros habitantes a modificar sus bocetos dejando de lado figuras y colores ligados a la religión politeísta que profesaban.
Al rescate

Siguiendo en la misma línea, aclaró que las piezas eran para usos religiosos y culinarios y no para ornamentación como podría creerse. “Buscamos –continuó- respetar los colores y diseños porque ellos siempre tenían un motivo, un mensaje en todo lo que vemos, ya sea que plasmaban su vida cotidiana, su organización. Todo está reflejado en la cerámica, es un libro abierto de la historia”.
Albertina, otra de las profesoras, reflexionó sobre el significado del taller para quienes forman parte de él: “Todo lo que es rescate me parece fundamental, de lo que sea. Es una hermosura, es riquísimo. Es un espacio hermoso, te relajás, estás en otro mundo realmente. Es muy sanador”.
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