Cada elección nos pone frente al desafío de ser un poco más ciudadanos, más comprometidos con la democracia y nuestro futuro.
Alguna vez ir a votar ya no será una obligación ni significará una multa no hacerlo. Alguna vez las personas irán voluntariamente a votar porque habrán entendido que es un legítimo derecho, un verdadero privilegio.
Aunque hay muchos países que aseguran que son democráticos, persiguen a sus opositores, los encarcelan, y ponen al electorado en la trampa de elegir una suerte de lista única.
En Argentina, eso no ocurre desde hace más de una treintena de años, aunque sí suele ocurrir que en el menú electoral suelen presentarse platos que no son de nuestro agrado y entonces las opciones resultan de elegir entre los menos peores.
En siete días, Córdoba elegirá gobernador y el electorado se viene mostrando con una frialdad desesperante. Como si diera lo mismo votar que no hacerlo y como si ya estuviese resuelta y, por lo tanto, innecesario presentarse a sufragar.
No hablamos de los clásicos indecisos que suelen llegar a la mesa de votación sin tener decidido su voto. Sino de aquellos que están indecisos porque no mostraron el menor interés en saber quiénes se presentan, qué proponen, y cómo proponen llevar a cabo lo que prometen.
Electores que no saber qué les proponen en materia de obra pública, educación, salud, justicia, seguridad, ambiente, inclusión social, vivienda, entre tantos otros ítems.
Y eso que hablamos de propuestas que están al alcance de cualquier teléfono inteligente y una conexión wifi. Es cuestión de googlear a cada candidato para que el buscador nos lleve a sus redes sociales y sus webs para ver qué tienen para ofrecer.
Es cierto que desalienta un poco saber que la dispersión de Cambiemos en dos facciones les restó posibilidades frente a un oficialismo que se mostró fuerte porque tiene casi 20 años de obras para mostrar.
También desalienta pensar en que hay cosas que nunca cambian, aunque cambien los gobiernos. Hace décadas que uno de cada tres de nosotros está en situación de pobreza y esa es una deuda que comparten los partidos políticos que nos gobernaron, todos sin excepción.
Pero que el desaliento no nos impida ejercer nuestro derecho a soñar con un futuro mejor.
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El momento de ejercer el derecho más significativo

Claudio Minoldo
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