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Correr para liberarse: cuando un hobby cambia la vida

Martín Tauro es reconocido en el entorno de la medicina pero pocos conocen su faceta deportiva.

Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

Cerca de cumplir 42 años, este médico “bonachón” descubrió que su vida podía dar un vuelco al incursionar en un área a la que nunca le prestaba atención o, según sus palabras, un área donde no destacaba sino todo lo contrario: el deporte.
Hoy, reparte su tiempo entre el consultorio, el Complejo del Adulto Mayor en Jesús María y las carreras adentradas en la naturaleza.
Aunque al comienzo de su carrera profesional, se interesó por la Psiquiatría, luego culminó en la medicina generalista y, finalmente, en la Geriatría. Un día, repasando las charlas con sus pacientes descubrió que no ponía en práctica un discurso repetido: el de dedicar tiempo a salir de la rutina y animarse a cosas nuevas.
El trail running o carrera de montaña fue la respuesta ante tantas preguntas. Su mejor amigo, Fernando Conci decidió acompañarlo en la gran hazaña que se cristalizó en la participación del evento llamado El Cruce de los Andes en 2014.

Superando barreras 

“Empecé a correr de grande, a los 36 años en 2013, leyendo, consultando a quienes ya lo habían hecho. Primero, caminando, trotando un poco después, y un poquito más hasta que tuvimos una disciplina. Todas las semanas hacíamos algo y el fin de semana nos íbamos a la montaña, cada domingo a las cinco de la mañana hiciera frío o calor”, detalló.
Con un arduo trabajo físico sumado al mental, los desafíos se fueron multiplicando en el camino. De esa manera, comparó la carrera con las decisiones que se toman a diario y la manera en que muchas veces miramos las diferentes circunstancias: “Pensé que era una locura pero siempre con esa pasión de decir yo voy a poder. La carrera tiene un alto índice de improvisación. Uno no sabe con qué se va a enfrentar. Así es la vida. La vida misma es una gran improvisación porque uno tiene herramientas y está bueno tenerlas por las dudas, pero se improvisa. La sensación de libertad es impagable. Sacarte esa estructura que habitualmente nos ponemos en nuestro trabajo -en mi caso el consultorio con los pacientes donde muchas veces hay cúmulos de angustia que contener- para hacer algo que te libera, que te nivela. De eso se trata, no sólo de una cuestión física sino que psíquicamente es muy placentero y eso te da energía suficiente para continuar”.
A la hora de elegir carreras que sumaron anécdotas inolvidables, destacó que fueron la primera y la última. “La primera fue el Cruce de los Andes donde me pasó de todo porque llovió durante tres días, se nos voló la carpa, climatológicamente fue un desastre. Y la última en Ushuaia, una carrera donde me largué a llorar al final por el hecho de haber sido tan extrema, cinco horas con 10 grados bajo cero con nieve. Ahí, me pasó algo que es muy sano, te ponés en contacto con tus emociones primarias”.

Un equipo

A medida que crecían las metas de Martín, el interés por las competencias se contagió. Los dos pequeños hijos, de siete y once, siguieron la posta. “Cuando armas el proyecto del viaje, lo bueno es ir con toda la familia. Tus hijos te miran en estas cuestiones y se empezó a enganchar mi hijo más grande, Lucas, después Gonzalo también en pequeñas distancias, primero en terrenos un poco complejos. Después Gabi (su esposa) se animó a hacer algunas carreras. Creo que todo esto fue una excusa para tener mayor unidad familiar. Encontré un hobby que, sin querer, me permitió pasar más tiempo con mi familia”, sintetizó.
Estas experiencias les posibilitaron a los Tauro recorrer prácticamente todas las provincias entre entrenamientos, carreras y paseos. Para finalizar, el flamante deportista recordó las palabras de un adulto mayor que le enseñó una importante verdad resumida en una frase: “Che, disfrutá más”.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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