Las enfermedades libradas a su evolución natural pueden en la mayoría de los casos, pasar sin dejar otra huella que haber reforzado nuestro sistema de defensas, creando anticuerpos específicos contra los microorganismos que nos atacan. Otras pueden dejar secuelas permanentes e irreversibles, por ejemplo, la parálisis infantil causada por el virus de la polio o el síndrome de rubeola congénita causante de sordera, ceguera y cardiopatías severas y también provocar la muerte.
Sin embargo, todas estas se pueden prevenir con la aplicación de vacunas eficaces y seguras. Además, con esta acción se reduce considerablemente la diseminación de las enfermedades y la aparición de epidemias.
Los consensos internacionales son categóricos: “la inmunización es un componente esencial del derecho humano a la salud, son una responsabilidad de individuos, comunidades y gobiernos, y debemos considerarlo como tal”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, las vacunas son la medida sanitaria más eficaz de protección específica contra muchas enfermedades infecciosas. Gracias a su acción se han erradicado enfermedades como la viruela y se calcula que actualmente se evitan 2,5 millones de muerte al año.
En defensa de las Vacunas

El derecho individual lo es en la medida en que no afecte el derecho de los otros, no se trata de dogma ni de ideologías, se trata de normas, de contrato social.
A nadie se le ocurriría exigirle a un adulto que no tome alcohol, pero sí lo exigiríamos si ese adulto es conductor y maneja alcoholizado. De hecho, tenemos leyes efectivas que reglamentan y sancionan esa conducta.
Lo mismo si un conductor de motocicleta no utiliza casco. No es solo el valor inajenable de su vida, sino los costos sociales y sanitarios que provoca si se lesiona.
Por eso, necesitamos normas de protección para vivir en sociedad. Las vacunas son un bien social en ese sentido y no vacunar es un atentado contra la salud pública. Si no vacuno un niño pongo en riesgo su vida y la vida de todos los otros.
Si como adulto no tengo mis vacunas al día, puedo ser reservorio de microorganismos que enferman a los niños susceptibles. El año pasado tuvimos una campaña contra el sarampión en nuestro país tras la aparición de un brote en Buenos Aires por fallas en la cobertura, de altísimo costo económico y social.
El mito sobre la seguridad de las vacunas

Entonces, las vacunas que están en uso, continúan en estudio permanente de seguridad y eficacia. Constituyendo una exigencia para los gobiernos y las comunidades, contar con organismos que garanticen su control y fiscalización y una obligación de los efectores de salud denunciar los efectos adversos presuntamente asociados.
Por citar un ejemplo resistido en nuestro país, hasta el año 2017 se colocaron más de 2 millones de dosis de vacuna contra el HPV, el virus del papiloma humano, causante del cáncer de cuello uterino. De esas dosis colocadas, se registraron solo 208 ESAVI (0,01%) es decir, 4 de cada 10.000 dosis colocadas presentaron una lipotimia o baja de tensión arterial, todos ellos sin dejar ninguna secuela.
Sin embargo, en nuestro país se diagnostican más de 5000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero y mueren 2000 por año. Diversas experiencias probadas a nivel mundial demuestran una reducción del 80% de las tasas de infección por HPV asociados al cáncer y en el mundo desde 1990, ha aumentado la mortalidad en un 45% por esta causa, sin embargo, el porcentaje de cobertura en el año 2015 en nuestro país no alcanzaba el 50% de la población susceptible; en el 2018 aumentó al 65% y sigue estando lejos de la meta del 95%.
Otros casos paradigmáticos fueron, la reducción del impacto sanitario y económico de las gastroenteritis por rotavirus (desde la incorporación de la vacuna obligatoria en distintos países se redujeron un 90% las internaciones y consultas), lo mismo para las infecciones de vías respiratorias bajas por neumococo y la meningitis, tras la aplicación sostenida en el calendario nacional de inmunizaciones.
Las vacunas pueden producir algún efecto secundario, como cualquier otro fármaco, incluso aquellos que irracionalmente consumimos sin prescripción médica (analgésicos, antibióticos, ansiolíticos, etc.) En el caso de las vacunas los más frecuentes son enrojecimiento en el sitio de colocación o fiebre y están descritos otros con una frecuencia extremadamente baja que por lejos, siguen siendo mucho menos lesivos y mucho menos frecuente que el padecimiento de la enfermedad contra la cual protegen.
Conocer para decidir

vacunas: examine estudios de evidencia”, donde podemos comprobar que las vacunas son seguras
y salvan vidas.
En los tiempos que “corren” estamos bombardeados por “falsas noticias”, por vivencias
personales “globales” que se tergiversan, que son utilizadas para generar “sensacionalismos”,
desconfianza y temor. Entonces es necesaria la ciencia, la ética y el compromiso para revertirlo.
Necesitamos construir y defender certezas a favor de la vida, sin dudas las vacunas son una de
ellas.
Fuentes:
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