En año de elecciones, un vasto sector de la comunidad está convencida de que solamente se puede elegir entre dos opciones y nada más que dos.
De a poquito, empieza a desplegarse una idea nueva en torno a las elecciones que se avecinan. Hasta hace no mucho tiempo, un gran número de compatriotas tenía el convencimiento de que solamente había dos opciones en el menú: o Mauricio o Cristina.
Casi como una condena. Como que te den a elegir entre quemarte con lava volcánica o quemarte dentro de un imparable incendio forestal. No importa cuál fuego sea más benévolo porque en el fondo sabés que te vas a quemar.
Y la de las opciones únicas fue una idea que instalaron ellos y que apuntalaron los medios de (In) comunicación social. Una especie de mesianismo mellizo al que estamos inexorablemente condenados. O te toca el mellizo malo o el mellizo menos malo.
Pero, hace poco, el escritor Martín Caparrós tiró la primera piedra y muchos empezaron a pensar en el mismo sentido. Para Caparrós, elegir entre Mauricio o Cristina es elegir entre dos modelos que “fracasaron”.
“Todas las encuestas muestran que más de la mitad de los argentinos no quiere votar a Macri. Y que más de la mitad -otros, los mismos- de los argentinos no quiere votar a Fernández. Más allá de odios particulares o prejuicios varios, no hay duda de que los dos se ganaron ese rechazo con cuidadosas gestiones de gobierno”, apuntaba el escritor.
Y uno se pone la mano en el corazón y mira su heladera, piensa en lo que le cuesta llenar el changuito en el supermercado, pagar la luz/gas/tasas, vestir a los hijos, mandarlos a estudiar, y se pregunta si no va siendo hora de probar otra cosa, sin saber bien qué, pero definitivamente otra cosa.
Si gana esa idea, quizás surja una opción nueva, distinta, superadora de lo que hay.
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La trampa de las opciones únicas

Claudio Minoldo
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