Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

“A mí siempre me gustaron las ciencias, básicamente todo, en especial los experimentos. No es que lo descubrí ahora. Esto viene desde que yo recuerdo alrededor de los diez años. En mi casa tenía libros de mi papá, eran de física, electrónica, química. Antes no existía Google así que lo único que tenía para aprender eran esos libros”, recordó.
El interés lo acompañó a la escuela secundaria en la cual fue muy aplicado, por lo que se destacaba en las notas. En el área de las ciencias naturales, daba rienda suelta a la creatividad construyendo, por ejemplo, maquetas de laboratorios que llevaba a clases.
Esa curiosidad lo llevó a incursionar en la electrónica y tiempo después, abrió su propia empresa de sonido. “Es más lo que uno se mete en la ciencia que las ganancias, pero tiene otros beneficios que la gente no lo ve. Eso es lo que me impulsa, me gusta mucho la parte práctica”, aseguró.
Inventor


El proceso incluye otras etapas como el filtrado y, más tarde, el secado para eliminar el agua y, finalmente, la transesterificación que, en pocas palabras, ordena las moléculas del alcohol y del aceite para dar lugar al producto final.
El trabajo de refinado es prácticamente artesanal. De allí que sea importante el tiempo invertido. Si se tuviesen en cuenta los números, la ganancia sería poca ya que se trata de una producción a pequeña escala a diferencia de empresas que elaboran miles de litros por mes.
Cuando inició el proyecto, el diésel costaba entre $12 y $16. Hoy, con los últimos aumentos el precio prácticamente se triplicó por lo que la tarea es más fructífera a la hora de evaluar el ahorro.
El biocombustible funciona para motores diésel, empleando en iguales cantidades lo reciclado y gasoil. En la actualidad, el promedio de recolección de aceite es de 1500 litros cada 30 días de los cuales utiliza cien para movilidad propia y el resto lo intercambia por materiales o dinero según las necesidades que vayan surgiendo.
Pequeñas acciones
Federico destacó la importancia de comprender el daño que se produce en la vida cotidiana a través de prácticas como la de arrojar el aceite en el patio o en el fregadero.Por eso, analizó: “Hay un problema muy grande con las napas de agua que están, prácticamente, todas contaminadas. Se dice que un litro de aceite contamina mil litros de agua. Algunos te dicen que tiran poco pero no es el único, ¿cuántas familias hay acá en la zona que tiran ‘un poquito’?”.

“Si estamos proyectando tener cloacas y tiramos todo ese aceite a las cloacas, se va a arruinar de un principio la planta de tratamientos. Lo óptimo sería empezar desde ahora a hacer una campaña para que, cuando estén listas, no haya más aceite en las cañerías”, concluyó.
Pequeños gestos de vecinos que parecen gotas en el océano, pero que significan un mayor compromiso con el futuro de nuestro planeta.
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