Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
Personaje como pocos, abrió las puertas de su casa para contar historias, café de por medio. Hace tiempo sonaba el rumor de que un tal Copetti tocaba el arpa, pero nadie podía imaginar que sería el querido “profe”.
Una gran contextura física, voz pausada pero firme y la seriedad en su rostro, contrastan paradójicamente con el instrumento caracterizado por la dulzura de los sonidos y la delicadeza de los movimientos de quien lo ejecuta. La charla fluye cargada de anécdotas y más de una risa ante las ocurrencias del flamante arpista.

Sin embargo, los buenos recuerdos pesaron más por lo que aún conserva el arpa que tan famoso hizo a “Dado”, tal como apodaban a su padre. Padre e hijo son los únicos en esta zona que se inclinaron por este complejo instrumento que llevó al apellido Copetti a ganarse un renombre en el ámbito musical.
Corazón de músico

En cuanto a lo deportivo, señaló que cumplió innumerables metas: “He jugado por todos lados. Después me junté con un grupo de amigos a andar en bici, crucé dos veces la Cordillera de Los Andes, tengo ocho viajes desde la parroquia de Jesús María a la catedral de Catamarca”.

El profe “Pelusa” ya cumplió los 58 y explicó que la música siempre le gustó, pero como hobby: “Ahora me está alcanzando porque estoy a un año y medio de jubilarme y voy a poder dedicarle más tiempo a esto. Quiero mejorar con la guitarra, me gusta el violín y el acordeón a piano también”.
Saldando deudas


Las noches de gira con su padre lo sumergieron en el mundo bohemio de los músicos de aquel entonces. “Me he dormido en todas las camas que había en el Rancho El Faro, cuando era rancho con techo de paja y cuatro estacas. A la tardecita salían de la concesionaria donde trabajan, cazaban guitarra, arpa y se rajaban ahí. Todas las noches, todos los boliches que había. A los siete años me sentaba con el arpa de él”, recordó.
Para concluir, destacó risueño cómo son los encuentros donde se luce con el arpa: “Cuando vamos a comer asados con mis amigos, durante el primer tema están todos pendientes; en el segundo, más o menos; y ya para el tercero, no me dan ni cinco de bolilla así que la guardo, agarramos la guitarra y empezamos a ladrar creyendo que somos los mejores del mundo”.
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