Quienes asisten a campeonatos infantiles de fúbol hablan de la desagradable y preocupante violencia que destilan algunos padres (y madres) desde la tribuna. Insultos y humillaciones a los pequeños jugadores van de la mano con las agresiones entre los adultos, al punto de que hace unos años, durante un torneo intercolegial de fútbol infantil en Jesús María, debieron intervenir fuerzas de seguridad porque los padres se pelearon a los puños. Hay expertos que consideran que los niños abandonan el deporte por la presión de sus padres. Para ahondar en el tema, En Familia entrevistó a Néstor Colazo, Magíster en Educación Física con 30 años de experiencia y dueño de una escuela de natación con idéntico tiempo de trayectoria.
En tu experiencia, ¿los padres ejercen presión sobre el niño deportista?
- En muchos casos sí. El interés del niño es disfrutar de una actividad jugada. En palabras simples y claras: quiere divertirse, pasarla bien, y compartir con amigos. Pero hay adultos que tienen una mirada competitiva sobre el deporte y consciente o inconscientemente se lo trasladan al niño. Ahí viene la sobreexigencia.
¿Pasa eso en natación?


- Todos somos competitivos desde que nacemos. Pero el asunto es a qué precio. ¿Todo vale? No, todo no vale. La competencia tiene que estar puesta en disfrutar y compartir con el otro. El espíritu del deporte en los niños debería ser “juego porque me divierto”. Y antes de los 10 ó 12 años deberíamos hablar de encuentros y no de campeonatos.
Pero hay chiquitos que participan en torneos…
- Desde la formación docente se pretende que no haya una especialización deportiva antes de los 10 ó 12 años. Hasta esa edad se recomienda hacer iniciación deportiva: probar todos los deportes para ver cuál le gusta más. El tema es cuando a los 4 años queremos que sea jugador de fútbol. Ese chico primero tiene que aprender cuestiones básicas: caminar, correr, lanzar, reptar… Tiene que desarrollar su motricidad y no estar preocupándose por meter un gol. Debe adquirir un repertorio motor que le permita resolver situaciones. Mientras juega, el niño desarrolla patrones motores básicos. Cuando el padre ve eso dice “está jugando y no aprende. Y peor aún es cuando es él quien tuvo una mala experiencia, o la frustración de no haber jugado ese deporte, e inconcientemente se lo transmite al chico. Todo esto, en un torneo se potencia exponencialmente: aumenta el nivel de ansiedad, y el adulto, lejos de bajarle el nivel de responsabilidad al chico, lo sobrecarga.

- Es esperable que empiece básquet y unos meses después diga que quiere ir a rugby. Es normal que le compremos un palo de hockey y quede abandonado porque comenzó otro deporte. Todos esos cambios duran hasta los 10 o 12 años. A partir de ahí el chico puede saber qué le gusta y hacer una especialización deportiva. Cuando se especializa a temprana edad es probable que se canse o frustre. Y es posible también que se aleje del deporte porque se aburre de hacer siempre lo mismo.
¿Y si no le gusta ningún deporte?
- Ahí, probablemente, estemos fracasando los docentes. Yo no sé si el deporte le tiene que gustar a todo el mundo, pero habría que entender que es una herramienta para lograr una mejor calidad de vida. Tiene que haber un equilibrio entre la parte intelectual y la física. Eso, y no la competitividad, es lo que hay que inculcar a los niños.
Entonces, si dice “no quiero practicar más ningún deporte”, ¿qué hay que hacer?
- Es probable que quiera abandonar el deporte porque dejó de disfrutarlo. El rol del adulto –padres, docentes- es averiguar por qué dejó de disfrutarlo.
Derechos del niño deportista
- Derecho a entretenerme, jugar y divertirme.
- A disfrutarlo en un ambiente sano y adecuado.
- A ser rodeado y entrenado por personas competentes.
- A hacer entrenamientos apropiados a mis ritmos.
- A competir con niños que tengan la misma posibilidad de éxito que yo.
- A practicar deporte dentro de la máxima seguridad.
- A tener pautas adecuadas para descansar.
- A no ser utilizado con fines ajenos a mi interés.
- A no ser la estrella que no fue mi papá.
- Derecho a no ser un campeón.
Tomado de: Unicef
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