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Libertad y libertinaje

Por: Liliana Maestri (Lic en Administración, Diplomada en Género, en Trata de Personas, y en Sociología Electoral).

La libertad no consiste en hacer lo que se quiera; la libertad consiste en poder hacer lo que se debe, y en no ser obligado a hacer aquello que no se debe hacer”. Montesquieu

Hace cientos de años, desde Francia, este señor, embarcado en el movimiento intelectual y cultural denominado La Ilustración dejaba este concepto. Lejos de hacer un específico análisis de la cita -que implicaría conjugar factores filosóficos, políticos y jurídicos, entre otros- trataré de contrastarla con la realidad, con lo que pasa cada día.
Es innegable que en nuestro mundo se busca la libertad, que se quiere ser libre en forma plena. Pero no debemos dejar de considerar que libertad no consiste en una total autonomía, sino que desde sus orígenes está asociada a un orden legal, natural o positivo.
En el anhelo libertario es posible que la brújula se descontrole y vayamos caminando en un libertinaje sin límites. Y es ahí, entonces, donde se diluye y corrompe uno de los valores fundamentales, constitutivos, y hasta vitales que hacen a la persona.
Un absoluto, como me gusta decir. Un absoluto que, degradado, produce consecuencias sociales fatales. Esto sin intentar reproducir en este texto las consecuencias personales que causa el mal uso de la libertad.
Caemos en libertinaje cuando nos olvidamos del otro. Más allá de olvidarnos, en principio, de nosotros mismos. Cuando en nombre de la libertad, en todas sus modalidades, de expresión, de opinión, de actuación, se ignora la responsabilidad que de tal ejercicio deviene, hemos enfermado el alto valor.
Justifica la expresión “es chico, ya va aprender” ¿para dejar a un niño violar las normas sociales, tirando, tumbando, corriendo, en espacios no habilitados a tales fines?. ”No duele, es un niño”, y permitimos que nos golpee, “qué gracioso” y risas cuando dice obscenidades…¿Acaso ese niño no será el joven de mañana y el adulto de pasado mañana?.
El niño que crece con esas conductas creyéndolas normales, correctas, aceptadas, las repetirá en todos los entornos cuando salga del seno familiar. Y las repetirá a los 15, a los 30, a los 50…

Valor devaluado
Entonces…hemos destruido el alto valor que representa la libertad, lo hemos contaminado de muerte segura y el “libre y dueño de mis actos” y el “soy poderoso” ha pasado por encima a ese otro enorme valor y constitutivo del ser humano por su condición de tal que es la interrelación en sociedad, la sana relación con el otro, ése que, en definitiva, nos define.
Porque somos seres sociales por naturaleza, porque más allá de nuestras “privacidades” nacemos, vivimos y morimos en un constructo social al que debiéramos cuidar como al más preciado tesoro.
La libertad ante todo y por sobre todo, siempre, a lo que dé lugar. Pero la mía, la suya, amado lector, la de todos. En el marco de justicia e igualdad que la empareje.
Dejo, a modo de cierre, eso que dicen en las representaciones ficcionales, final abierto. Por ahí, en otro artículo retomamos el tema…
Me pregunto… ¿Acaso hace a la libre expresión la televisión colmada de todo tipo de basura sin considerar las consecuencias que se causa en quien está del otro lado de la pantalla?.
¿Y cuándo la acción mediática enfoca sobre unos u otros de acuerdo a la marea favorable?...
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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