Durante la primera presidencia de Nicolás Tottis y en su primer festival, la edición 51, hubo utilidades por $ 9.629.054 de las que se distribuyeron $4.814.527. Un año más tarde, la edición 52ª dejó $ 10.888.564 en ganancias de las que se repartieron $ 5.444.282. Este año, la totalidad de las ganancias a repartir fue de $ 9.060.741,70 de las que se dividieron en las 20 escuelas socias $ 4.530.370,85.
Guiados por la frialdad de los números, lo justo sería señalar que en dos ediciones el festival se retrajo respecto de la primera edición que presidió Tottis. La inflación de 2016 fue, según el INDEC, del 40%, razón por la que la edición siguiente debería haber tenido utilidades de $ 12,7 millones para no perder y en 2017 las utilidades fueron de $ 10,9 millones, sólo un 13 % más que en 2016. Y ni hablar del ejercicio siguiente que debería haber tenido ganancias un 24% superiores a las de 2017 para no perder frente a la inflación y fueron un -16,79% (menos) que en 2017.

Egoísmo justificado
Antes de fijar la fecha de la próxima edición, el Festival recibió la sugerencia de que no se extienda más allá del 15 de enero. Se barajó en algún momento no comenzar un viernes sino un lunes o martes, hacer menos días, pero finalmente primó la decisión de proteger la inversión que el Festival realiza para cada una de las noches, alrededor de $ 5 millones, y puso una fecha que le resulte conveniente para proteger esa inversión. Por eso, la edición 54 irá del 11 al 21 de enero, más una noche extra.
La edición que viene ya está en marcha y el clima expectante es por la situación del país.
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