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Tareas para el hogar, ¿sí o no? ¿Qué es lo mejor para el niño?

Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)

Hace un par de años la ONU, Organización de las Naciones Unidas, viene recomendando eliminar las tareas para el hogar de todos los sistemas educativos. Tras una exhaustiva investigación, sus especialistas sostienen que se aprende más y mejor en el aula que haciendo tareas en casa, agregando que éstas -además- restan un tiempo valioso para realizar otras actividades importantes para el crecimiento y maduración. A modo de ejemplo, una investigación reveló que quienes dedican una hora por día para hacer tareas en casa tienen mejor rendimiento escolar que quienes les dedican cuatro.
Desde la ONU se indica que las tareas vuelven dependientes y flojos a los alumnos. La razón es muy simple: es muy frecuente –demasiado quizás- que los padres ayuden a hacerlas, y en gran proporción, que terminen realizándolas ellos mismos, lo que puede terminar generando pérdida del sentido de responsabilidad.  Por el contrario, no llevar tareas a casa podría aumentar el deseo de aprender.

Desafío
Es real que algunos niños necesitan más práctica que otros; que no les basta con lo que ven en la escuela. Entonces, ¿dónde estará el equilibrio? ¿Tareas extra escolares sí o no? En Familia consultó a la educadora Gisele Irene Londero, formada en ciencias de la educación y en psicoterapia gestáltica, quien ante todo considera que en la actualidad la escuela atraviesa grandes crisis; entendiendo este concepto como sinónimo de cambios. Londero señala que el curriculum, la disponibilidad temporo-espacial, la función social, el ideal docente y el ideal de alumno ya no responden a los parámetros aprendidos en el siglo pasado, lo que obliga a nuevos desafíos, tal como ocurre en la sociedad. “Los caminos a transitar están marcados por la incertidumbre, pero es menester transitarlos”, indica la profesional y enfatiza que en la tríada docente-alumno-conocimiento cada uno es un poco responsable del “éxito”. Y el interés juega un rol fundamental.
“El tiempo y el espacio destinado al aprendizaje es un tema de gran relevancia incluido en políticas de estado. Son decisiones de Estado qué se aprenderá, cómo y cuándo. El estado propone, el docente materializa y supuestamente el alumno aprende. Y digo supuestamente porque a pesar de la evaluación no podemos cuantificar realmente los conocimientos que se aprenden en la escuela, ni cómo ni cuándo se aprenden”, subraya y agrega: “En qué lugar, qué tiempo y formas en que aparece el aprendizaje son cuestiones que están en discusión. Se piensa que hay un tiempo de aprendizaje en la escuela y que de allí se prolonga a los hogares con las denominadas tareas escolares que antes eran llamadas “Deberes”, y para suavizar su nombre se pensó en la palabra “Tarea”.

Objetivos
Etimológicamente la palabra “Tarea” proviene del árabe, y representa un trabajo que se debe hacer en corto plazo. Sin embargo, Londero reflexiona sobre cuál es la función u objetivo por el cual los docentes dan tareas a sus alumnos. “Existen múltiples respuestas. Por ejemplo: profundizar sobre lo trabajado, practicar para ver si surgen dificultades, ampliar la temática, explorar o experimentar fuera de la escuela y de forma autónoma, entre otras. Hasta aquí se podría pensar que las tareas persiguen intereses en pos de un mejor aprendizaje, pero qué tal si en vez de plantear tareas sí o tareas no, se indagara sobre los verdaderos intereses de los docentes en el momento de darlas y de los alumnos a la hora de realizarlas”, propone, y añade que si pensamos en las tareas como herramientas de ampliación del conocimiento a través de la búsqueda y el propio descubrimiento; como un camino que no sepamos hacia donde nos lleve, sin límites ni correcciones, obtendríamos diferentes resultados que cuando el docente realiza preguntas de respuestas tan básicas que las soluciones aparecen en negrita en los libros de textos.
  La profesional dice que para ello es necesario un cambio de postura de los docentes, redireccionando las tareas hacia los verdaderos intereses de los alumnos.
“Se podría pensar en un docente con una función de andamiaje y en un alumno como protagonista de su propio aprendizaje. De este modo las tareas perderían esa carga simbólica y la frivolidad de su función, para convertirse en un camino placentero de descubrimiento y autoaprendizaje”, puntualiza.

El rol de los padres en los deberes 
En esto de “tareas para el hogar sí o no”, los padres también juegan un rol. Gisele Londero señala que podríamos reflexionar si como padres confiamos en que nuestros hijos puedan descubrir por ellos mismos los conocimientos, transitarlos y apropiarlos de la manera más significativa posible.
¿Por qué muchas veces preferimos simplificarles ese camino y terminamos haciéndolo por ellos? “Queremos hijos autónomos pero no confiamos y desacreditamos sus formas”, apunta, y concluye que las tareas son un tema importante en el que estamos involucrados todos.
“Socialmente nos generan incomodidad, pesadez, demanda de tiempo y muchas otras cosas más, pero si lográramos mirar la tarea, la educación, quién aprende y quién enseña desde otra óptica, basada en el respeto de las diferentes formas y tiempos, los resultados a los que arribaríamos mostrarían un cambio cuantitativo y cualitativo en el aprendizaje”.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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