Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)
La Justicia francesa investiga a la multinacional Apple por fraude. Según miles de denuncias, se cree que a través del sistema de actualización de sus IPhone reducen intencionadamente su vida útil, obligando a los usuarios a reemplazarlos antes de lo esperado.
En realidad, este tipo de manipulación no es novedad: recibe el nombre de obsolescencia programada y remite al consumo excesivo e innecesario de productos.
El problema es que el consumo indiscriminado, frecuentemente sin una necesidad real, conlleva consecuencias graves: un planeta intoxicado de desechos (como muestra, la isla de basura del Océano Pacífico cuya superficie equivale a 7 veces España); economía resentida (endeudarse); y una insatisfacción permanente con dos aristas: descontento y/o resentimiento que puede llevar a delinquir.
Cultura de la impaciencia

Guma cree que en nuestra era el consumo lo es todo, y lo peor es que ya no se limita a las compras en comercios (electrónica, ropa o mascotas de moda). “El consumismo –puntualiza- se ha trasladado a las relaciones sentimentales, cada vez más efímeras, con agendas sobrecargadas de actividades y compromisos. Consumimos tiempo y recursos contra el ritmo natural de las cosas. Adquirimos y desechamos comida, ropa, personas y sentimientos sin control…”
¿Somos felices así?

La psicóloga apunta que en el fondo de este “apuro”, se oculta un problema de ansiedad generalizada. Estamos apurados porque no sabemos adónde vamos ni qué queremos hacer con nuestra vida. “No queremos detenernos a preguntarnos y pensar. Preferimos ir satisfaciendo nuestras necesidades a cada instante, sin detenernos a sentir si eso es lo que realmente deseamos en ese momento. Este apuro nos deja sin tiempo para reflexionar, para disfrutar, para recordar que cada momento es único e irrepetible. Total, si una cosa no me satisface, me compro otra; si estas golosinas no me gustaron las tiro y me compro otras. O dejo a mi pareja y me busco otra; como algo desechable”.
Miedo

¿Sugerencias? Recuperar el hábito de esperar, no responder inmediatamente mensajes conflictivos, leer algunas páginas de un libro diariamente, ver películas de arte o clásicas, disfrutar del tiempo compartido con personas cercanas, y descansar.
La trampa de la obsolescencia programada
La artimaña de Apple no es nueva. La obsolescencia programada -reducción intencionada en la vida de un producto para aumentar su consumo y venta- comenzó tras la invención de las primeras lámparas eléctricas, que en el caso de la creada por Thomas Alva Edison tenía un duración de 1500 horas. Fue tanto el éxito que varias compañías se dedicaron a fabricarlas, con el objetivo inicial de crear lamparitas más durables. Pero eso era poco rentable y se estableció que su vida útil fuera de 1000 horas, penalizándose a los fabricantes que violaran la norma. Otro producto deliberadamente boicoteado fue el nylon que en 1938 se presentaba como una fibra prácticamente indestructible. Pero la ecuación no cerraba: nadie necesitaba reemplazar las medias, por lo que DuPont rediseñó el material y lo hizo más frágil. En suma: la obsolescencia programada lleva derechito a la trampa del consumismo.
Fuentes: Areatecnologia.com y El Mundo
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