En la previa de lo que fue una inauguración espectacular, Miguel Mizzau recordó que su nono tenía una pequeña bodega y que por el lado de su esposa también tienen pasado bodeguero. Pero, además, que con su hermano Julio en la niñez eran los encargados de cosechar poco menos de una hectárea de viña que era de su abuelo.
“Me preguntaban si hubiese hecho esto en Mendoza y mi respuesta fue que no. Pero Córdoba sí necesitaba algo así porque, excepto en el trópico, vinos buenos se pueden hacer en todas partes del mundo, siempre que se trabaje con pasión y tecnología”, comenzó diciendo Mizzau.
El empresario se rodeó de un joven equipo integrado, principalmente, por Juan Cruz Borsotti, Daniela Mansilla, y Gabriel Campana quienes le vienen aportando su expertice en todas las etapas de la producción.
La bodega se autoabastece con lo producido por 20 hectáreas, pero además compra a productores de Cruz del Eje y Traslasierra y de otros puntos de la provincia.
Proyecto a largo plazo

Por su parte, Mansilla aportó: “La ubicación que tenemos dentro de lo que es el sector vitivinícola de Córdoba es excelente. Como emprendimiento estamos haciendo uvas de alta calidad que es lo que requiere el enólogo para lograr los vinos que está logrando. La apuesta tecnológica es altísima porque lo que se busca es lograr un producto de excelencia”.
También el enólogo Campana se refirió a los desafíos de mercado que tienen con los vinos que están produciendo: “Después de dos años y medio de arduo trabajo en tecnificación de la exbodega Nanini, podemos decir que estamos contentos con los productos que estamos obteniendo con una añada 2018 que fue excepcional”.
“Agradezco -añadió Campana- a la familia Mizzau por la libertad que nos dan a todo el equipo de poder experimentar con nuevas técnicas y nuevos productos”.
La mayoría coincide en que se trata de una de las inversiones -la recuperación de la bodega La Caroyense tras el quiebre sería la otra- más impor- tante de los últimos 50 años para la vitivinicultura local. Equivale a haberle puesto un freno de mano a lo que parecía una diáspora sin fin de productores que sacaban la viña para probar con otros cultivos.
La aparición de este nuevo actor sirve para volver a pensar en las posibilidades de destinar nuevos lotes al histórico cultivo de la vid que no sólo son una forma de producir y ganarse la vida sino que son parte del ADN caroyense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario