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Estancia poco feliz para jinete chileno accidentado

José Luis Guerra Rivera se accidentó el 6 de enero, pero le llevó más de 50 días poder retornar a su país para iniciar su rehabilitación.

Eran las 22.13 del sábado 6 de enero y José Luis Guerra Rivera estaba enancado en el reservado La Muchachita de Carlos Palma, esperando el campanazo de largada en la categoría Crina limpia. A poco de iniciar su “domada”, unos tres segundos después y por razones que no se entienden viendo los videos de esa monta, Guerra Rivera se fue de cabeza contra el pasto. De no ser porque un hombro acompañó la caída, se hubiese desnucado y se hubiese convertido en la segunda víctima fatal de este festival.
Guerra Rivera se retiró en ambulancia del festival, con cuello ortopédico puesto, y dejando en la organización una mueca de preocupación.
Los comunicadores que esperaban ansiosos el parte médico del día siguiente se tranquilizaron cuando leyeron que el jinete había tenido una “conmoción leve”. Y a lo largo del Festival se sucedieron una serie de informaciones que daban cuenta del estado de salud del jinete, pero en ninguno se mencionó la magnitud del problema.
Apelaron en un momento al eufemismo de hablar de “sedación farmacológica” para no decir que el paciente estaba en coma inducido y que su estado era más grave de lo que informaban.
Guerra Rivera había tenido un derrame cerebral, le había tenido que hacer una incisión craneana, una traqueotomía, y su vida corría un peligro absoluto. La pericia del neurocirujano Claudio Centurión ayudó al milagro que se consumó mucho después, cuando el festival había apagado todas sus luces y la mayoría había olvidado al jinete chileno y su suerte en estos pagos.
José, ubicado en el extremo izquierdo
Tantos días postrado le generaron al chileno una escara a la altura del hueso sacro que mejoró y empeoró y mejoró, si se tienen en cuenta los momentos en que esa escara fue atendida o desatendida. En un momento, el dolor por esa herida fue tan grande que el hombre de 32 años lloró amargamente.
A todo esto, la familia del jinete hacía lo humanamente posible para estar cerca de él por­que su situación económica no les permitía una estancia permanente. El papá del jinete, José del Carmen Guerra Salas se desempeña en Chile como chofer de camión y tuvo que apelar al vecindario para reunir fondos y poder permanecer en nuestra zona. Estuvo yendo y viniendo en un estado de despesperación inimaginable.
Sin la generosidad de Eli Decándido, esa familia se hubiese encontrado absolutamente sola y a la deriva. La mujer había hospedado al muchacho y, desde el accidente y hasta que vino la familia, se convirtió en una suerte de mamá postiza.
Y en esa condición de familiar de “corazón” fue que comenzó a motorizar todos los medios  a su alcance y que contribuyeran a que Guerra Rivera pueda abandonar nuestro país cuanto antes. Aquí, Guerra Rivera no estaba recibiendo rehabilitación neuropsiquiátrica.

El ansiado viaje
Finalmente, el lunes pasado Guerra Rivera viajó a Chile en un avión de una empresa low cost y en asiento común y al día siguiente de su llegada comenzó con los trabajos de rehabilitación.
Se fue de nuestra zona sin saber qué había ocurrido con su vida en una ventana de cuatro meses. No tenía registro de haberse accidentado, no tenía registros de haber venido al Festival a montar, ni siquiera de haber viajado a nuestro país.
Decía que estaba en el hospital por un accidente en el ojo (eso fue en septiembre de 2017) y que afuera lo esperaba su camión para transportar animales.
El accidente desnudó las falencias de la organización en materia de comunicación y en su condición de anfitrión y puso sobre el tapete la cuestión sobre la capitalización del riesgo y de los seguros que contrata y del convenio que firma con la clínica que atiende a los heridos. Sobre esto, hay evidencia suficiente.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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