Fuente: La Voz del Interior 24/12/ 2017, sección Ciudadanos
Por: Lucas Viano
“Me llamó la atención no encontrar ni uno, a pesar de que la bibliografía previa mencionaba que era la especie más común de Achala”, cuenta.
Fue por esa razón que decidió estudiarla. Desde 2007, recorre las Sierras en busca de este anfibio. Recién encontró los primeros en 2010. “Estábamos bastante contentos, ya que había sido bastante decepcionante recorrer kilómetros de arroyo, año tras año, sin resultados positivos”, comenta el investigador del Conicet en el Instituto de Diversidad y Ecología Animal.
Lescano asegura que ahora el sapo de Achala (Rhinella achalensis) es la especie más rara de las Sierras. Sólo vive en los pastizales de altura, por encima de los 1.700 metros sobre el nivel del mar. Es uno de los endemismos más restringidos de las Sierras.
Entre 2007 y 2016, recorrió 40 arroyos serranos (entre una a cuatro veces cada uno) y sólo constató la presencia del sapo de Achala en el 17,5 por ciento de los sitios. Y apenas pudo ver 11 sapos adultos en total.
Sus observaciones contrastan con lo que testimonian estudios de años anteriores. En 2001, otros biólogos lograron capturar 423 ejemplares durante 13 períodos en los alrededores de La Posta. En otro caso, se observaron 112 sapos en el arroyo la Ciénaga. Lescano visitó esos lugares, pero no encontró ningún adulto. Para el investigador, su estudio ya es prueba suficiente para que la especie cambie de categoría de conservación. Actualmente, figura como “casi amenazado”, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Problema global

“Si tuviese dinero, apostaría todo al hongo Batrachochytrium dendrobatidis (Bd). No tengo evidencia incontrastable, pero no hay otro factor en la zona que haya cambiado dramáticamente en las últimas décadas como para explicar la declinación observada”, dice.
El hongo Bd ya fue detectado en ejemplares de esta especie recolectados en la década de 1990. Se trata de una amenaza global para estos anfibios. En los sapos y las ranas produce una enfermedad letal llamada quitridiomicosis.
“Es la peor enfermedad infecciosa registrada hasta ahora entre los vertebrados en términos del número de especies afectadas y por su potencial como agente de extinción. Es una de las causas principales de la declinación global de anfibios a nivel global”, señala Romina Ghirardi, investigadora del Conicet en Santa Fe y especialista en micosis en organismos acuáticos.
Según la experta, el sapo de Achala no es la excepción. Hay 24 especies nativas afectadas por este hongo, de las cuales siete están categorizadas con algún grado de amenaza de extinción.
“El hongo parece poder establecerse y prosperar en ecosistemas bien diferentes. La evidencia más antigua en un anfibio nativo de Argentina es un ejemplar encontrado muerto en la provincia de Buenos Aires en 2002”, detalla.
El hongo está en todos los continentes, a excepción de la Antártida, y comenzó a ser una amenaza en la década de 1980. El ser humano es el responsable de esa propagación.
“La dispersión se da por el comercio de organismos acuáticos. La rana toro norteamericana (Lithobates catesbeianus) ha sido accidental o intencionalmente introducida para acuicultura en Argentina en la década de 1990 y presenta capacidad para actuar como vector de quitridiomicosis”, comenta.
Cómo salvar a este símbolo serrano

Lescano entiende que una buena medida sería evitar sumar otros factores de presión que formen un combo fatal para el sapo. Por ejemplo, el sobrepastoreo del ganado en los pastizales donde habita.
“Hay que comenzar a buscar nuevas poblaciones y realizar un plan de monitoreo de las remanentes. Esto permitirá entender todas las aristas de esta declinación, y también nos va a ofrecer datos útiles para tomar las decisiones más efectivas para tratar revertir la situación actual de la especie”, señala Lescano. Para Ghirardi, se debe hacer un trabajo de concientización de los pobladores.
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