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Cumple 400 años la Estancia Jesús María

La Estancia de Jesús María cumple 400 años y lo celebra este lunes 15 de enero a las 18 horas con la inauguración de nuevas salas de exhibición y con la apertura de la muestra "Jesús María - 400 años" con las Obras Premiadas en el Encuentro de Pintores 2017.

El 15 de enero de 1618, el Padre Provincial Pedro de Oñate compró al Alférez Real Don Gaspar de Quevedo la estancia a nombre de la Comp
añía de Jesús.
Se encontraba ubicada en las tierras de Guanusacate, que en lengua de los pueblos originarios significa agua muerta o río seco. Los jesuitas, al tomar posesión, la designaron con el nombre que dio origen al poblado actual: Jesús María.
El principal fin para el que los jesuitas adquirieron sus diferentes estancias en Córdoba fue el sostenimiento de sus establecimientos educacionales de la ciudad de Córdoba. En particular, la estancia Jesús María sustentó al Colegio Máximo.
El trabajo de aborígenes y esclavizados negros posibilitaron que la producción se acrecentara, realidad que fue acompañada con nuevas compras y donaciones que permitieron ampliar la extensión de la  propiedad.

Una orden metódica
Los esclavizados de las Estancias vivían en la ranchería, que en Jesús María se ubicaba en la costa del río Guanusacate y se componía en 1769 de 41 ranchos de adobe crudo y paja, con sus cercos de piedra y barro.
Según las instrucciones del Padre Rada, los jesuitas no podían ir a la ranchería ni a las chacras salvo justificadas ocasiones en que tampoco debían ir solos sino acompañados por otro jesuita o por un moreno o indio de confianza.
Dentro de las estancias los jesuitas fomentaron la vida familiar, de allí su preocupación por proveer de varones y mujeres casaderos suficientes, ya que estaban prohibidos los matrimonio interétnicos.
Los vínculos entre indígenas, castas o mestizos, africanos y afrodescendientes se limitaban a relaciones productivas. De este modo, los jesuitas se garantizaban la reproducción de la fuerza de trabajo, que de otro modo deberían haber comprado y a muy altos precios.
Los africanos esclavizados llevaban a cabo tareas agrícolas, ganaderas y artesanales como construcciones, herrería, vitivinicultura, telares de cordellate, entre otras. La jornada de trabajo –según las instrucciones- debía durar “desde el alba hasta el Ave María o puesta del sol”. Los niños nacidos en el seno de las familias de esclavizados de Jesús María trabajaban desde los tres años de edad, efectuando tareas acordes a sus posibilidades como por ejemplo la recolección de leña.

Una orden de avanzada
Los jesuitas como evangelizadores que fueron no pudieron descuidar tal aspecto, siendo cada estancia un centro de irradiación espiritual y cultural, donde los aborígenes y los negros levantaron los edificios, molinos, percheles y bodega, plantaron las sementeras y cultivaron las vides, conjuntamente con la crianza de ganado.
La construcción de los espacios más destacados del edificio, como la Iglesia, bodega, aposentos y lugares comunes o baños, se efectuó mayormente en el siglo XVIII.
El parque que rodea al museo nos  invita a recordar las actividades productivas que se realizaban en las tierras de la Estancia de Jesús María. En dirección este, hacia el río, se encontraban los corrales donde se criaban caballos, yeguas, bueyes, toros, vacas, cabras, ovejas y mulas. Hacia el norte, la huerta que ocupada 600 varas (unidad de medida imprecisa que puede llegar a medir entre 0.75 a 0.92 metros) en cuadro con su cerca de piedra que aún sobrevive. Además de la vid, se cultivaba trigo, maiz, olivos, nogales y árboles de duraznos, peras, membrillos, higos, limones, granadas, naranjos, etc. con algunas de las cuales se producían pelones y charqui.
El trigo y el maiz eran convertidos en harina en los molinos que poseía la Estancia. Jesús María contaba con  dos molinos que funcionaban con corriente de agua.
En tiempos de la colonia española la producción de vino era demandada para la misa y el consumo particular. Se lo preparaba artesanalmente y se lo estacionaba en tinajas de barro cocido. De los vinos de Jesús María, el más conocido fue el “lagrimilla” que llegó a la corte del rey de España.
A comienzos del siglo XVIII esta Estancia comercializaba un promedio anual de 1300 litros de vino, representado el 19 % de sus ventas totales registradas en el Colegio de Córdoba. En 1747 contaba con 48.000 cepas de vid, lo que representa una producción de 12.000 litros aproximadamente.

Del abandono a la recuperación como Museo 
Tras la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, sus posesiones fueron administradas por la Junta de Temporalidades, hasta que en 1775  la Estancia de Jesús María fue rematada y comprada por el mendocino Don Félix Correas. A partir de entonces permanecerá en posesión de esta familia, sus descendientes y herederos, hasta ser hipotecada a comienzos del siglo XX.
La Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos la rescató del abandono al declararla el 14 de mayo de 1941 Monumento Histórico Nacional debido a su alto valor histórico y arquitectónico. Tras la declaratoria comenzaron las obras de restauración y reparación edilicias.
En 1945 la Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos solicitó a la Compañía Jesús que formara y donara una colección para armar en el Monumento restaurado un Museo que rememorara “la acción de la Compañía de Jesús en el Río de la Plata y en otras regiones de América”. Una vez aceptada la oferta por parte de la Orden, la Compañía de Jesús encomendó esta tarea a tres renombrados sacerdotes jesuitas: el P. Guillermo Fürlong, el P. Pedro Grenón y el P. Oscar Dreidemie, este último se convirtió posteriormente en el primer Director del Museo.
En mayo de 1946 se concluyó la primera parte de las obras de restauración de la Estancia instalándose allí el Museo Jesuítico Nacional de Jesús María. Desde  2000, integra la Lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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