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Anfitriones de lujo por diez días

A falta de temporada, nuestra zona tiene su pequeño veranito con las diez noches festivaleras. Cuidar del visitante, abrirá instancias para que vuelvan en otra época.

A menos que tengas venta de oro y la gente salga desesperada a comprar oro, es muy difícil encontrar un negocio tan lucrativo que en sólo diez días te permita parar un año. Y el que no entiende eso suele ser aquel que quiere “salvar” el año durante las noches festivaleras, aprovechándose del exceso de demanda que suele haber por parte del público del festival.
Ese que se quiere “salvar” suele dejar una pésima imagen en el turista que suele irse con pocas ganas de volver. Por eso, más que nunca, resulta indispensable pensarnos en el rol de anfitriones, ser los mejores en recibir visitas, en ofrecer servicios, en cobrar un precio justo, en ser los mejores guías, y en seguir haciendo crecer el negocio formidable que representan miles de visitantes durante las noches de enero.
El Festival es la gran vidriera con su obra solidaria desde hace más de cinco décadas, pero la cara de la ciudad son los vecinos, los comerciantes, los funcionarios, los agentes de seguridad, los del operativo sanitario, y hasta de los que barren la ciudad, silenciosamente, después de cada noche.
Todos esos actores deben funcionar sincronizados, interconectados, y buscando que la estancia de cada visitante resulte satisfactoria, que le sirva para recomendar a otros que visite nuestra tierra. No hay mejor publicidad que la del boca a boca  ni tampoco se puede agrandar un negocio si se lo asfixia con prácticas desaconsejadas.
El Festival de Doma y Folklore representa una oportunidad formidable para hacer un “extra”, un pesito que no está en los planes, un suplemento para la actividad de todo el año.
Es la razón por la que tantas familias apuestan a alguno de estos negocios temporales. Sabiendo también que hay años mejores y peores y que, a veces, será bueno si se sale hecho.
Pero de lo que no saldremos fácilmente será del desprestigio en que nos hará caer una mala crítica de los turistas, que suelen irse enojados por los abusos de algunos “conciudadanos”.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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