Hace 25 años ningún afectado por el virus del HIV salía a contar cómo era convivir con la infección. El miedo a quedar segregado de todo y de todos era enorme; y las posibilidades de ser discriminados, gigante.
Entonces, otros hablaban en nombre de ellos. Otros contaban lo que padecían, lo que les costaba acceder a tratamiento. Del HIV hablaban los especialistas, los que formaban parte de fundaciones o de ONG’s, y los médicos.
25 años después, los que conviven con el virus comenzaron a darse cuenta de que a la historia de su vida, de sus dificultades, y de sus empeños por aferrarse a este mundo les corresponde a ellos. Y ésa es una valentía que contagia. Ver sino lo que ocurre, por ejemplo, cuando habla Belén Barrionuevo, quien recibió la noticia de que engrosaba las filas del embarazo adolescente, pero también la de los infectados con HIV. Belén no sólo es una integrante de ACES sino que su testimonio hizo avanzar a la organización a niveles impensados.
Todo ese análisis preside la charla con el bioquímico Ignacio “Nacho” Aguirre en el año en que su organización, Adolescentes Contra el Sida (ACES) cumple 25 años.
“El valor que tiene que alguien que convive con el virus te cuente como es es que te lo está contando para que vos no lo tengas, una generosidad única”, comenzó diciendo Nacho.
“En una sociedad -agregó el bioquímico- que tuvo bofetadas por doquier para con ellos, que digan ‘no me importa, yo me planto y le digo a otros que se cuiden porque esto está acá, es de un valor inestimable”.
Sin embargo, las huellas y el temor a ser discriminados llevaron el pasado primero de diciembre a que durante la marcha de las mil remeras se leyeran testimonios de dos personas que conviven con el HIV y no se animan a enfrentarse con la sociedad.

“Estamos asistiendo a una nueva etapa en la que los afectados dicen ‘no crean que lo qe vienen diciendo los científicos pasa en África o en otro lado del charco o en Estados Unidos. No, pasa acá. Y a gente que vive en la esquina de tu casa’”, reflexionó el fundador de ACES.
Aguirre aseveró que la gente durante mucho tiempo creyó que esto no pasaba acá, que Jesús María o Colonia Caroya eran imunes al problema, que la zona no iba a engrosar las estadísticas. Sin embargo, es justo en esta zona donde desde hace 25 años una organización viene hablando de esto sin que la casuística disminuya.
Más allá de la preocupación por las estadísticas, hay algo que en los 25 años de ACES no cambió y es la convicción de que hay que militar por la inclusión, por la no discriminación: “Empezamos trabajando con una problemática médico/ sanitaria, el VIH, y ese trabajo abrió tantas avenidas. Seguimos hablando de la cuestión sanitaria, pero también hablamos de inclusión, del respeto a las ideas del otro, a la elección sexual del otro, a las creencias del otro, de la relación de los jóvenes con el mundo adulto y de lo que no quieren reconocer que es el tema del consumo.
“Y -añadió Nacho- siguen saliendo temas que nos hacen dar cuenta de que realmente vale la pena. Tuvimos a lo largo de estos años una coherencia y una constancia en la tarea que nos genera situaciones muy emocionantes y alentadoras para seguir. Nos tuvimos que reinventar para poder continuar porque hay que cargar las pilas para permanecer durante 25 años”.
Todavía se llaman Adolescentes Contra el Sida, pero también podrían llamarse Adolescentes Comprometidos con la Sociedad, militantes de la vida, respetuosos del prójimo, amigos de Francisco “Paco” Maglio, una referencia insoslayable de todos.
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