Alejandra Vicari Ballet nos tiene acostumbrados a que sus espectáculos sean minuciosos, plegados de detalles, con coreografías que tengan en cuenta a las bailarinas que dominan bien el puntas de pie con las que no tanto.
En cada show se conjugan las que tienen un año de danza encima con las que tienen diez o más. Todas bailan, sin importar estatura, contextura física, ni siquiera si se tiene alguna discapacidad. Porque la danza brota desde adentro, se inculca desde el alma y la pasión, y se disfruta en las tablas cuando corona la actuación un generoso aplauso.
En la presentación de este año, que llevó por título “Loca ella y loco él”, Alejandra Vicari encontró una complicidad impensada con el maestro Carlos Nieto, crédito tanguero nacido y criado en Jesús María que viene recibiendo elogios y mimos en esta etapa de su fructífera carrera.
Impensada esa complicidad porque Vicari y Nieto no se conocían personalmente, nunca habían trabajado juntos, y necesitaban combinar la música en vivo con la danza en vivo, casi cronometrados.
El repertorio exigía, además, algunas piezas de Ástor Piazzolla cuya ejecución por parte del maestro Nieto demostraron su pericia y oficio. Un aparte para la versión desnuda de Adiós Nonino valiéndose únicamente del bandoneón: ¡Conmovedor!
Tango nuestro y sentido
Quienes asistieron a alguna de las dos funciones de Loca ella y loco él habrán notado la expresividad y hasta la repetición de las letras en voz baja que a las bailarinas les tocó interpretar. Desde las peques que hicieron Se dice de mi de la inolvidable Tita Merello hasta aquellas a las que les tocó interpretar Nostalgias de Cobián y Cadícamo.
Es que los ensayos, como en todo espectáculo del ballet de Vicari, no solamente llevan un año lectivo entero de práctica sino que incluyen la teoría, la explicación respecto de qué se baila y de por qué se baila como se baila.
Es difícil calificar un espectáculo de tango-ballet si en algún momento no ha sido atravesado por su magia. Si algún abuelo o algún tío no ha cantado alguna pieza alguna vez, si no hay en la familia un puñado de canciones referentes del género, si no se ha visto a alguna pareja gastar el piso con dibujos. Imposible calificar un espectáculo de tango sin haber escuchado alguna vez al Polaco Goyeneche, el bandoneón de Troilo, el piano de Pugliese, la guitarra de Malvicino, por mencionar mezquinamente algunos.
Pero los que tuvimos esa suerte, el tango se nos cuela por los poros, se nos mete desde abajo y explota en el esternón, nos hacer agitar el corazón muy fuerte, nos llena de lágrimas, de ternura, de esa dulce nostalgia de patio y arrabal.
El tiempo dirá si esta inesperada complicidad entre la bailarina por excelencia de Jesús María y su bandoneón más representativo vuelven a juntarse. Ojalá que nuevos espectáculos estén en ese horizonte porque éste más reciente nos ha dejado con ganas de mucho más tango y ballet.
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