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Los niños tras el divorcio: Cómo minimizar las heridas de la separación en los hijos

Por: Adriana Felici (Periodista, directora sección En Familia)

Quejas, reproches, tristeza, amargura… y momentos de odio -¿cómo no?- son algunos de los sentimientos que despiertan la mayoría de los divorcios. Etimológicamente, la palabra divorcio quiere decir “disolver o separar”, pero por alguna razón –seguramente las emociones que nos asaltan- se suele olvidar que lo que se “disuelve o separa” es la pareja, y no los hijos. Y como somos seres humanos –con todo lo que eso implica- a veces los hacemos partícipes de cosas que no corresponden.
Gimena Bordas, Lic. en psicología (MP 9931) considera que los divorcios siempre son destructivos, así tengamos las mejores intenciones. “Hay una estructura -que aunque no funcione, es lo que nos da seguridad- que se rompe, llevándose sueños, proyectos comunes, ideales, mandatos familiares y sociales, etc.”. La profesional señala que ese rompimiento trae un duelo: “Duelen las cosas que fueron y las que no; duelen las finanzas que nos ahorcan; duele el dolor de los hijos que no siempre están de acuerdo con nuestra decisión. Los más pequeños, porque viven en un pensamiento muy mágico, quisieran que estemos juntos por siempre, pero a medida que van creciendo puede ocurrir que prefieran ver a sus papás separados antes que discutiendo todo el tiempo”.

¿Pesadilla?
¿Es necesario que la separación termine siendo una pesadilla para todos? “El dolor de la separación es un dolor como tantos otros que pasaremos y pasaran nuestros hijos en la vida. Nos marcará y los marcará a ellos para siempre; pero no tiene porque perjudicarlos, ni ser algo traumático”, subraya Bordas, y enfatiza que cuando todo se transforma en una pesadilla no es “por el divorcio o la separacion en sí”, sino que entran en juego otras cuestiones:  “Nuestras violencias, nuestra incapacidad de aceptación de lo que sucede, y principalmente nuestra discapacidad emocional que trasforma al “ex” en un enemigo a derrotar, aunque ese ex sea el padre/madre de lo que supuestamente más amamos: nuestros hijos. 
Pregúntemonos si defenestramos a nuestros ex en nuestro discurso. Cuántas acciones no éticas cometemos “por nuestros hijos”? ¿Los usamos para victimizarnos o negociamos con ellos? Todo eso los perjudica muchísimo, ya que “destruir” al progenitor es destruirlos a ellos mismos porque estamos destruyendo 50% de su ser. Esto no quiere decir –aclara- que estos sentimientos negativos no sean normales y hasta esperables. No tiene que provocarnos culpa tenerlos, pero  lo deseable es ver cómo hacer para no transmitírselos a nuestros hijos”.
Para no lastimar a los niños, la principal sugerencia es cuidar mucho la información que se les da: “Debe ser siempre cierta, pero adaptada a la edad. ES necesario cuidarlos de ese mundo adulto en el que se habla de abogados, juzgados, cuota alimentaria, régimen de visitas, denuncias… Los hijos deben estar al tanto de los procesos que vive su familia pero hay que adaptarlos a su entendimiento, y sobre todo tratar de evitar hablar mal del otro progenitor. Antes de hacerlo –reflexiona- deberíamos pensar que hemos sido nosotros quienes hemos puesto a esa persona en sus vidas, y que gracias a ella hoy nuestros hijos estan aquí.
Sería bueno no caer en la trampa de transformar al otro en un enemigo. Es humano que suceda esto, pero lo aconsejable es llamarse a la reflexión; trabajar lo que nos está pasando y ver como evitar contaminar a los hijos con sentimientos de odio y resentimiento que cargan los adultos tras el divorcio. Esa persona que hoy nos molesta es la misma con la que tuvimos a nuestros hijos; por lo tanto es importante honrarla y no desvalorizarla con nuestro discurso. Hagamos de adultos; cuidemos a los niños, y esforcémonos por ser felices porque cuando nosotros estamos bien ellos también lo están”, apunta Bordas, subrayando que cuando esto no se puede lograr puede resultar muy positivo acercarse a una terapia, espacio de auto-conocimiento o grupos de ayuda para trabajar la mediación, el diálogo con el otro y el honrarlo. “Así podremos encarar el camino que sigue desde la aceptación”, concluye.
Agradecemos el asesoramiento de la Lic. Gimena Bordas.

“Síndrome de Alienación Parental” 
El psiquiatra Richard Gardner (Universidad de Columbia, EE.UU) define al “Síndrome de Alienación Parental” como el conjunto de síntomas consecuencia de usar diferentes estrategias para ejercer influencia en el pensamiento de los hijos con la intención –consciente o no- de destruir la relación con el otro progenitor. ¿Cómo actúan los padres alienadores? 
  • Menospreciando, insultando o desvalorizando al otro delante del niño, o mencionando temas que no tienen que ver con el vínculo parental.
  • Contándoles detalles del divorcio en ausencia del ex-cónyuge y como si éste fuese el culpable. 
  • No permitiendo el derecho de convivencia con el otro progenitor.
  • Influyéndolos con mentiras.
  • Incluyendo al entorno familiar y amigos en los ataques al otro progenitor.
  • Subestimando o ridiculizando los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.
  • Gratificando y reforzando los comportamientos despectivos y de rechazo del niño hacia el otro progenitor.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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