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Ana María Marino, la historia de la mujer detrás de Fundayt

Hace más de 20 años que se dedica a concientizar sobre la donación de órganos.

Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

Nació hace 58 años en Sebastián Elcano. Su papá era policía y por los constantes viajes, toda la familia se mudó a Jesús María cuando ella tenía sólo siete años. Desde entonces vive en la localidad, formó su familia además y desempeñó la profesión de fisioterapeuta y kinesióloga.
Cursó los estudios primarios en la Escuela Nacional 21 (hoy Gendarmería Nacional), luego asistió al IPEM 272 Domingo Faustino Sarmiento para luego viajar a la ciudad de Córdoba e iniciar dos carreras universitarias: medicina y fisioterapia-kinesiología, aunque se recibió de la última. La muerte del padre obligó a los hermanos a salir a trabajar por lo que Ana María debió coordinar las jornadas laborales con la universidad. 
En aquellos momentos eran pocos los especialistas en la materia por lo que recorría diversos hospitales de Córdoba hasta conseguir un puesto fijo. Luego de varios años logró independizarse y abrir su propio consultorio al cual se sumó tiempo más tarde otro espacio orientado a la estética. 
En 1982, se casó con José Corvalán y juntos tuvieron tres hijos: María José, José María y Nicolás. Hoy ya celebran 35 años de casados, cientos de proyectos llevados a cabo siendo Fundayt Jesús María, el principal. Ana sostiene que su esposo siempre fue un “apoyo y sostén”, el encargado de proponer reflexión en lugar del desborde por exceso de energía.  
Durante 20 años trabajó en la Clínica Jesús María, siempre de la mano de la profesión que eligió y que disfruta: “Me enamoré de la fisioterapia, de la rehabilitación es una pasión que tengo”. Con todas las actividades que realizaba, el estudio nunca se fue de su lado y la acompaña hasta el día de hoy. 
Apasionada e inquieta sigue capacitándose en distintas ramas que complementan el tratamiento de los pacientes y trasplantados. Psicología, docencia, yoga terapéutico, respiración, medicina de sistema, rehabilitación dermatológica son algunos de los 14 posgrados que rindió sin tener en cuenta los demás cursos finalizados en Córdoba o Buenos Aires. En su consultorio de calle España, exhibe los diplomas y asegura que sigue aprendiendo porque cada formación es una herramienta más que le permite ampliar la mirada. 

Una larga lucha 
En 1997, cansada de escuchar mitos e historias sobre el robo de órganos en el norte cordobés decidió comenzar a investigar. Asegura que en los primeros años fue muy difícil hablar públicamente sobre la temática ya que para muchos era tabú. Junto a José se acercaron a las instituciones para brindar charlas aunque no todas estuvieron dispuestos a abrir las puertas. 
De a poco entablaron lazos con trasplantados de la zona, lograron que docentes y funcionarios municipales les dieran los espacios para concientizar. El interés por la ablación y trasplante nace sin tener un contacto directo con esa realidad en el entorno familiar, salvo algunas amistades que debieron recibir un nuevo órgano.
En 2004 fallece su mamá por complicaciones en el páncreas y esa situación se convirtió en el nuevo impulso para que Ana María siga en la lucha por la donación, con mayor fuerza. Un año más tarde quedaría a cargo de la asociación Fundayt Jesús María que depende de ECODAYT (Ente Coordinador de Ablación e Implante de Córdoba) y a su vez del INCUCAI (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante).
En las dos décadas de funcionamiento, acompañaron a alrededor de 40 personas en el proceso de dar y recibir. De todas las experiencias que vivieron destaca una en particular que la marcó. Mientras su mamá transitaba momentos complicados de salud recibió el apoyo de dos padres que transitaban el proceso de trasplante de su hija y que días después falleció: “nunca estás solo”, sintetiza. 
En cuanto a sueños por cumplir destaca que sería ver a un trasplantado al frente de la organización y continuar cosechando los frutos de tantos años. Finalmente agradece a su familia por acompañarla, desde sus nietos y sobrinos hasta los pacientes: “la única herencia que les puedo dejar es que vivan la vida con conciencia”. 
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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