La etapa prenatal y los primeros 2 años de vida son un período crítico para el desarrollo cognitivo, del lenguaje y de las destrezas sociales y emocionales. De como un niño transite esta etapa dependerá su bienestar futuro, ya que el 40 % de las habilidades mentales del adulto se forman en los tres primeros años de vida.
El crecimiento y desarrollo cerebral se establecen en gran medida a través de una buena nutrición, pero también influyen notoriamente la experimentación y vivencias de situaciones emocionales enriquecedoras. Por eso -señalan en Unicef- el desarrollo infantil es mucho más que una alimentación adecuada: la estimulación oportuna y el juego son fundamentales para un adecuado desarrollo cognitivo. Además, está comprobado que los niños de 0 a 2 años se desarrollan y aprenden más rápido cuando reciben afecto, comprensión, cuidado, estimulación y atención de la salud. Pero la estimulación no se logra con juguetes caros y tecnológicos: los bebés no aprenden viendo videos ni televisión, sino de la interacción con personas reales, se enfatiza.
Asimismo, especialistas en nutrición participantes en 2015 de un Simposio de Programación Nutricional Temprana realizado en Buenos Aires, manifestaron que a escala mundial hay contundentes evidencias de que la implementación de intervenciones en el cuidado de la mujer en edad fértil, lactancia y primeros años de vida de los niños, cambian la capacidad de aprender e insertarse productivamente en la sociedad. Un niño bien alimentado y criado en un entorno favorable y afectivo tendrá más meses de escolaridad, mejor desarrollo intelectual, más inteligencia y capacidad de concentración.
A nivel local

Estimulación temprana

¿Qué implica la implementación de este tipo de programas para el futuro de nuestra sociedad? El Dr. Diego Almada, responsable del área de salud dice: “Gran parte de las habilidades para la vida se logran en los primeros dos años. Todo lo que no se adquiera en esa etapa, ya sea por déficit de estimulación sensitiva o nutritiva, es muy difícil adquirirlo después. Cuando por diversas razones esto no lo puede brindar el entorno familiar, el rol indelegable del estado es garantizar las herramientas para que el niño pueda desarrollar esas habilidades. Es su rol también acompañar a los padres durante todo el proceso de desarrollo, y diagnosticar de manera anticipada los déficits que pudieran presentarse, así como brindarles un tratamiento adecuado; garantizando la accesibilidad y equidad. Esto ampliará las posibilidades de que el niño pueda incluirse en la sociedad”.
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