Circuló por estos días una narración sobre el porqué de la guardia que le montan siete granaderos al mausoleo del General San Martín que resulta conmovedor.
Entre el 3 de febrero de 1813 y 1826, El ejército comandado por el general José de San Martín libró decenas de batallas y cada una de ellas tenían como finalidad emanciparnos de la metrópoli española, enfrentándose al ejército realista que se resistía a nuestras intenciones.
El cuerpo de granaderos a caballo eran parte crucial de aquel ejército y eran una creación de nuestro prócer. Mostraron su valía en Humahuaca, Yavi, Casabindo, Toldos, Bermejo, el combate de Barrios, la emboscada del El Tejar, Puesto del Marqués, Mochara y hasta en la derrota en la batalla de Sipe Sipe.
Los granaderos de San Martín participaron también en la liberación de Chile y Perú, y hasta en Ecuador ayudaron a Simón Bolívar.
El 13 de enero de 1826 iniciaron la marcha de regreso a Buenos Aires desde Mendoza con 23 carretas y llegaron a Baires el 19 de febrero. A las órdenes del coronel Bogado llegaron 78 hombres. Volvían después de 10 años sin ver a su familia, cansados, varios de ellos enfermos, andrajosos. Eran héroes, pero nadie salió a recibirlos, nadie los vitoreó en esa entrada que debió ser triunfal. La unidad fue disuelta por el presidente Rivadavia y su personal distribuido entre los diferentes cuerpos del ejército.
54 años más tarde, el 28 de mayo de 1880, llegaban a Buenos Aires los restos del Gral. San Martín, a bordo del vapor Villarino. Los últimos 7 Granaderos a Caballo que aún vivían, viejos ya, por su propia cuenta y determinación se reunieron, vestidos con los restos de sus antiguos uniformes y marcharon a caballo al puerto a recibir a su jefe. Escoltaron el féretro hasta la catedral y allí montaron guardia a la entrada del mausoleo durante toda la noche. Al amanecer, se despidieron y se perdieron en la historia.
Actualmente, cada día hábil, sin importar si llueve, 7 granaderos custodian los restos de su jefe, en memoria de aquellos últimos 7 granaderos que en 1880 mostraron su enorme lealtad.

Claudio Minoldo
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