Andrea Vera y su pasión compartida por los animales
Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
Todos los días, cerca de las 15 Andrea ingresa al predio del refugio canino municipal con su camioneta. De ella descienden Carlos y Martina, su esposo e hija quienes comienzan a distribuirse las arduas tareas diarias. Minutos más tarde llega en su moto, su papá Juan Carlos mientras que en casa, su mamá Yolanda cuida a las mascotas del hogar.
Esta historia se destaca no sólo por el amor y el compromiso de Andrea materializada en la Asociación Civil Hocicos de Caroya sino también porque esa entrega es compartida.
Desde chica, su mirada siempre se volteaba hacia los desprotegidos de cuatro patas. “Yo descubro el lugar de Pepe Canale porque iba con mi papa a buscar leña, entonces un día escuchábamos que ladraban un montón de perros y llega un señor a atendernos con un millón de perros atrás”, recuerda Andrea. Esa escena inspiró a ella y su papá, por lo que comenzaron las ideas para lo que sería luego el refugio canino.
“¿Qué hago en el momento de crear un lugar, a quién pongo a trabajar? Mi padre quedó como primera y única opción”, relata sobre las primeras decisiones que debió tomar. Su afinidad con los animales se mantiene hasta el día de hoy ya que Juan Carlos es el encargado de cuidar de los perros rescatados y darles el alimento el cual cocina en el mismo lugar cada día, con paciencia infinita. Andrea sostiene que sabe que está por llegar al predio ya que los 270 perros ladran aún sin que haya arribado.
Inspiración y respaldo
“Yo creo que él me dió pilas para que se armara el proyecto, sino hubiese tenido a mi viejo que sabía que me iba a apoyar en esto y que era fundamental para darme confianza, no sé lo hubiese hecho con la magnitud que lo hice”, afirma. Si bien ya existe un nuevo encargado del refugio y pese a la gran demanda de tiempo que su tarea conlleva, Juan Carlos no se imagina jubilándose ni dejando a los animales.
Por otra parte, en casa de Andrea viven 64 perros, todos ellos con necesidades especiales ya sea por poseer prótesis, enfermedades en tratamiento o por ser mayores. Allí está Yolanda quien se transforma en enfermera de cada uno de ellos. El desafío de cuidar a tantos animales requiere de mucha paciencia y desinterés ya que alimentar y comprar los remedios significa una inversión de entre 9 y 10 mil pesos por mes. Los ingresos de los dos trabajos que posee Andrea como kinesióloga van destinados a ello.

De tal palo...
Con solo 10 años, Martina se convirtió en la fiel compañera de sus padres en la tarea de rescatar y recuperar animales abandonados. La describen como apasionada y firme defensora del cuidado y respeto hacia los seres vivos. Emocionada, su mamá recuerda que una noche viajaban a Córdoba al recital de Violetta cuando frente a ellas atropellan a un perro y Martina decidió dejar de lado el ansiado show por ayudar al malherido de cuatro patas: “me da mucho placer que prime cosas por ser solidaria ante todo”.
Finalmente, en esta aventura se encuentra Carlos Campana, veterinario y esposo de Andrea. Él es quien coordina los rescates y operaciones poniendo a disposición sus conocimientos de manera gratuita. Según Vera, es su “cable a tierra” y pilar fundamental en el proyecto.
Esta familia entrega su tiempo, habilidad y amor a los animales. Es una tarea difícil ya que “no existen feriados, no hay navidad, año nuevo…nosotros estamos de lunes a lunes en el refugio”. Un compromiso que se transmitió de generación en generación.
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