Por: Adriana Felici (Periodista, directora de la sección En Familia)
Antes de los 20 años, Mafalda Tessino sabía trabajar la huerta y ordeñar las vacas, pero también iba a los bailes del Bochas. Allí conocería a quien sería su marido por más de 60 años: Alejandro Prosdóscimo, quien con su padre y hermanos tenían la primera fábrica de carros de Colonia Caroya. Hoy, viuda y a punto de cumplir 86, Mafalda rememora esos tiempos con una vitalidad y lucidez que dan un poquito de envidia.
Trabajo, mucho trabajo
¿Cómo era un día de su vida apenas casada? Rápido evoca enormes ollas de puchero: “Tenían huesos de vaca o chancho y verduras, los domingos se mataba un pollo, y siempre una sopa de porotos que ¡mamma mía!”, cuenta.
Eran 14 a la mesa. “Cocinábamos mi suegra, mi cuñada y yo. Había mucho trabajo…. Lavar la ropa, coser, remendar, planchar (con plancha a carbón), atender los animales, juntar el maíz y desgranarlo, traer agua del aljibe… Como mi marido, cuñados y suegro se iban al taller, todo lo demás era para nosotras”, dice naturalmente y añade: “El otro día un nieto me dijo: «Nona, me gustaría ver arar con un arado tirado por un caballo». Y yo le digo: La nona se ha cansado de andar arando. Cuando me hicieron un aradito de asiento yo chocha; me parecía estar en la gloria porque ya no tenía que caminar tanto”.
Carga genética
“La cocina es una cultura. Uno tiene una carga genética que no se puede sacar. Seguimos haciendo las recetas de toda la vida”, reflexiona Analía, dueña del restaurante Macadam. “Todo se puede comprar, pero no sé… parecería que estás traicionando tu historia. La cultura -subraya- te entraba o te entraba. Duraznos que se maduraran y cayeran al suelo… ¡mi papá nos acogotaba!”
Eran largos días que empezaban alrededor de las seis y media (si no había ordeñe) y nunca terminaban antes de las diez de la noche. Y para completar, como en el taller se hacían reparaciones, a quienes llevaban sus carros a arreglar se les ofrecía alojamiento y comida porque no había medios de transporte. ¡Más gente para atender!
Noviazgos y flirteos
¿Qué cambios o progresos le llaman más la atención? “Un poco la tecnología te alivia… pero yo veo que ahora están todos bien vestidos todo el día, mientras que nosotras sólo teníamos un vestido para la casa y otro para salir. Las zapatillas eran para la escuela, y llegabas a casa y te tenías que cambiar… Antes, mucho trabajo y poca salida. Ahora hay demasiadas cosas… Y lo que se perdió -dice decidida- es que cuando voy a una fiesta la veo triste. Falta el canto, falta la alegría. Los nonos, aunque, pobrecitos, comían polenta y leche, no la perdían… En las fiestas de hoy falta el canto”.
Sin duda, la muerte de su marido -hace tres años- le dejó un gran vacío. Fueron más de seis décadas compartiéndolo todo. Sin embargo, esa pena no logra empañar la alegría innata de esta hija de Colonia Caroya que supo legar a sus hijas y nietos la cultura friulana que cada uno mantiene con pasión y orgullo.
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