Cada vez se generan más residuos electrónicos y eléctricos (también conocidos como e-waste), sobre todo en los países desarrollados. Ordenadores, tabletas, móviles, televisores…
La tecnología de última generación desplaza todos los días aparatos que funcionan, pero que pronto quedan ‘desfasados’ para quien ‘necesita’ estar a la última. ¿Qué ocurre con estos residuos? En la mayoría de los casos son incinerados en instalaciones de gran potencia y alto coste o se embarcan hacia países en vías de desarrollo. Ninguna de estas opciones contribuye a crear un entorno sostenible.
Los residuos electrónicos son difíciles de tratar y su incorrecto procesamiento puede resultar peligrosamente contaminante. Estamos ante un problema que cobra cada vez más importancia, pero a pesar de ello no existen sistemas de procesamiento formalizados, por lo que estos residuos terminan parando en vertederos comunes creando un foco de contaminación. De hecho, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo, ( ‘The global impact of e-waste: Addressing the challenge” – El impacto global de los desechos electrónicos: Abordando el reto), el 80% de los desechos electrónicos en los países desarrollados que se recicla termina siendo enviado (a menudo ilegalmente) a los países en desarrollo como China, India, Ghana y Nigeria para su reciclaje.

Falta mucho

Trasladado a Córdoba, los capitalinos produjeron en 2014 unas 8.900 toneladas. La recuperación fue de apenas del 1,2 por ciento.
Sin embargo, según datos de composición de residuos que realizó el municipio en octubre de 2014, llegan junto con los desechos domiciliarios 1,9 toneladas diarias de basura electrónica. Al año, suman 693 toneladas.
Si se agregan las 103 toneladas recibidas por el municipio, el índice de reciclado sube al 13 por ciento. El resto fue a parar al relleno sanitario.
¿Y donde están los demás residuos? Probablemente, acumulándose en cada casa cordobesa.
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