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Andar por andar… o caminar para descubrir

Por: Juan Manuel García Escalada (Docente - Psicólogo social).

El catalán Joan Manuel Serrat toma los versos del poeta Antonio Machado y canta: “…caminante no hay camino, se hace camino al andar…” y allí está asentada la dialéctica del andar por andar o caminar para descubrir, recién entonces hacemos caminos.
Las calles (caminos) del entretejido de la ciudad que cobijó mi infancia ya no son lo que eran entonces, pero no añoro aquello que fue. Como fractales que se abren y se comunican expandiéndose en el espacio y tiempo arquitectónico, voy en mis salidas de caminante a descubrir los detalles que se identifican y otros que se han perdido en las transformaciones.
Recuerdo a Ramona, en el geriátrico de Jesús María, con quien charlábamos de la ciudad. Ella supo decirme que la primera estación terminal de ómnibus estuvo instalada en lo que es hoy la Sociedad Rural, en la calle Tucumán frente a la renovada Plaza Pío León. Por mi parte, recuerdo la que podría ser el traslado de la segunda, en la calle Tucumán entre Roca (hace muchísimo ex Inglaterra) e Ing. Olmos. Se ha mantenido el ventanal de la confitería sobre la vereda, donde los pasajeros se “sentían viajeros” desde el compartir un café, un aperitivo.
Son las últimas confiterías –bares, que recuerdan a las décadas de 1950 y 1960. La época de pleno empleo en el mundo, 1500 millones de habitantes en total en el globo terráqueo, y un modo de encontrarse a beber un café, un aperitivo y conversar. Hago siempre una pausa para beber un café de “antaño”, exquisito, de mano de los hermanos Angelini. Se recomienda, al menos una vez, sentarse a tomar el café allí, en ese lugar que guarda historias de “idas y regresos”.
Es curioso, como nunca, la ciudad tiene innumerables espacios de encuentros gastronómicos. Disímiles en cantidad y calidad. Pero buscan que el inconsciente colectivo encuentre en esos espacios un nexo con el otro/a, u otros/as. Es un tiempo social de escasez de palabras o de distorsión de ellas, y  los discursos se limitan a ultra redes sociales, que socaban la habilidad de desarrollar la capacidad de imaginar. Albert Einstein lo decía: “…es más importante la imaginación que la inteligencia…” algo sabría de ello el tipo que descubrió leyes trascendentales para la ciencia del hombre y la mujer.
He saboreado el café en lo de Angelini y entro a Cabildo libros. ¡Qué hermosos son los libros!  Me he encontrado con mis primas Elsa y Sandra. Aprovechamos para anoticiarnos con noticias de familias. Esos encuentros sorpresas me encantan. Luego de despedirnos busco entre los estantes de la librería unas novelas de Manuel Vázquez Montalbán con su famoso detective Pepe Carvalho. Al salir, aspiro el aire de una incipiente y fría primavera. Enfundado en mi equipo deportivo y calzado con mis zapatillas running, decido ir directamente hacia el extremo noroeste de la ciudad, frente al Museo Jesuítico. Voy en búsqueda de un deseo-placer. Me espera un deseo Remonto Tucumán al norte y tomo Colón al oeste. Voy a cruzar el puente, que no existía en mi adolescencia. Vuelvo hacia el norte y bordeando el río, cuyas riberas nos vio jugar innumerables partidos de fútbol; voy llegando a lo que me encanta. Es “Buenasmigas”.
En nuestra juventud era un lugar, distante y lóbrego. Pero hoy cuando visito el restaurante y confitería, me encanta entrar allí, donde Laura y Santiago le han dado calidad, calidez y primordialmente, estética a la atención y lo que es más importante, a la comida. Aspectos no fáciles de lograr. Reciclaron y le dieron a la impronta antigua una presencia en detalles de un fino y delicado esteticismo. Sin banalidades, ni barroquismos.
Pido una medialuna francesa y un ristretto, luego un machiatto, o un cortado en jarrito y saboreo el justo tiraje en sabor y temperatura al servirlo y saborearlo. Conocen el arte de “tirar” un café. Santiago me ha mostrado un video que trata de cómo hacer un excelente café. Hay detalles mínimos, pero de suma importancia. No es para principiantes.
Mi charla continúa y mi lectura también, desde mi Tablet o desde las hojas impresas de un libro. Luego pediré esos sabrosos sandwichs y los tés de estirpes clásicos y universales. No hay pantallas y sí, una música suave que rodea tiempos y espacios.
En ese andar de andares, que es parte de mi vida, siempre vuelvo a “Buenasmigas”, en su equilibrio de pasado, presente y lo nuevo; encuentro ciertos caminos.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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