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Troisième âge

Por: Juan Manuel García Escalada (Docente - Psicólogo social)

El Capital ya no es lo que fue entonces. Ni de A. Smith, ni de Karl Marx.
Se transformó en Capital-sismo-global.
En este presente, el capital es un sismo (lo terrible del movimiento) y se ha globalizado. Se reproduce a sí mismo. Saca ganancias sin producción material-obrera. Ya no necesita de un territorio determinado, y lo subjetivo, lo abstracto y lo tecnológico-consumista,  hace que se reproduzca, dejando a millones de seres a la deriva.
Nada es estático y, sin dudas, el mundo cambia.
Los Mayas predijeron el “Fin del Mundo” dando a entender que no era el final, sino una transformación, (ya que en este plano de existencia nada muere sino que todo se transforma), corroboración hecha por Lavoisier. Estamos observando a nuestro alrededor como el planeta va  llegando a otro ciclo de cambios estructurales desde su seno interior. Ese supuesto “deterioro” físico del planeta viene siendo enfrentado con el espanto del ser humano y coadyuvado por el presente actual del capital monopólico mundial.  Conclusión: La finitud del ser lo trastorna, lo enloquece y está al borde de una guerra fratricida. Y cree, mal cree, el hombre, que tratando de escapar hacia adelante, como la visión del capital tiene de sí mismo, (como evolutivo), encontrará que Eros y Tánatos han vivido en él siempre.
Bien respondía A. Einstein, cuando le preguntaron cómo sería una Tercera Guerra Mundial: “No lo sé…, pero la Cuarta, si se sobrevive,  será con palos y piedras”. ¿Será el hombre capaz de llegar a ello? Cuánto deterioro en su visión de la vida se ha producido, en una supuesta evolución, llegando a mostrar una historia de infamias mayúsculas y minúsculas. Siendo éstas últimas un ejemplo para observar: Lo  que los franceses llaman desde su “glamour” cultural,  Troisième Âge (Tercera Edad) un eufemismo para no decir Viejos. (Como si el otoño y el invierno que muestra la naturaleza, no fuesen sino etapas hacia otras etapas).
Hablo de los viejos, porque son formas sutiles de eliminación social, ya que asesinar a diferentes estamentos sociales les resultaría espantoso. Se comienza con determinados grupos. Así, se tomó a los viejos del mundo y con el pretexto de la superpoblación, que lo es como problema, (pero nunca encarado con seriedad y responsabilidad) se llega al escarnio en un juego perverso de inutilidad y desaparición social y ayudado por la tecnología visual, (se la usa de pretexto), como seres que ya no son útiles para la producción social y por ende el consumo.
La vejez tiene una subjetividad distinta en las nuevas generaciones, es de des-valor  cultural, social y afectivo. Por ende, se los rechaza.
Por eso un adulto mayor, un viejo, un tercera edad,… ¿qué muestra en el imaginario intimo-personal de los jóvenes?. Sin duda, Miedo en esos jóvenes que saben que en la vida, se muere o se llega a viejo, y en ese juego permanente de espejos, en el que ellos viven cotidianamente, de imágenes sin tiempo, ni edad, no pueden ver ese reflejo; y el golpe, el maltrato y el disparo mortal llega por conclusión formativa y valorativa. La subjetividad del disvalor está instalada.
El viejo, el adulto mayor, el tercera edad, muestra la necesidad de contactos, de mirarse, de acercarse, de aprender a comunicarse, porque sólo en el intercambio respetuoso y democrático de las vivencias de cada época se construyen seres pensantes, sintientes. Porque la educación es un proceso de CONVIVENCIA. Y a los viejos ya no se lo deja convivir, se los mantiene a distancia, a través de los modelos de eterna juventud, del consumo; y lo viejos se preguntan como en la canción de Divididos: “Qué ves cuando me ves…”
El francés G. Debord, dice que el nuevo valor no es tener, o ser; sino es el de hacer méritos, la Meritocracia.
Méritos en todo y para todo. Cuando hay méritos no hay otros/as. Y en ello ya no hay valores, sino los propios de uno. Para qué quiero la experiencia, para qué a los viejos. En la sociedad capitalista-global son una molestia.
Todas las respuestas están en el hombre y la mujer. Dentro de ellos mismos. Siempre hay tiempo para cambiar. Sino desaprovecharemos nues- tro paso por este planeta y sólo, seguramente, nos sobrevivirán, como lo vienen haciendo hace miles y miles de años las cucarachas. Habremos desperdiciado la tremenda oportunidad de haber sido fraternos con el planeta que nos dio cobijo, porque no supimos, en nuestra soberbia respetar al otro/a.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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