Fuente: La Voz del Interior, sección Ciudadanos
Un grupo de jóvenes que rondaban los 20 años y jugaban al básquet en el club Juventud Agraria todas las semanas hizo un descubrimiento casi por casualidad: que la institución había albergado una biblioteca rural y que muchos trabajadores de la desaparecida cooperativa vitivinícola La Caroyense se encontraban entre sus socios. Como testigos de esa historia, quedaban unos cuantos centenares de libros, aunque la mayoría de ellos había “pasado de moda”.
Y replicando un poco el argumento de la película Luna de Avellaneda, en que un grupo de personas hace de todo para que su club no desaparezca, esos jóvenes que ahora pasan los 30 años pusieron manos a la obra para hacer resurgir esa biblioteca con el nombre de la Bicicleta. Desde entonces, sumaron nuevos ejemplares con la donación de vecinos, hicieron nuevos socios, y salieron a comprar libros nuevos en las ferias del libro de Buenos Aires y de Córdoba. Hoy, la bicicleta cuenta con unos 10000 ejemplares y otros 2000 de su biblioteca infantil.
Paralelamente, se organizaron talleres en sus instalaciones, eventos artísticos y sociales, rifas, ventas de pollos y empanadas, y salieron a gestionar cuánta ayuda era posible recibir. Cuatro años después, abrieron una radio comunitaria y, un poco más adelante, un cine social con el que le devolvieron el cine a la ciudad. Todas esas acciones les sirvieron para sumar colaboradores y socios para la biblioteca que ha logrado hacerse sustentable y recibir numerosa ayuda de organismos nacionales y provinciales.
Rodrigo Chaves, uno de los integrantes de aquel grupo de jóvenes, ni siquiera era bibliotecario cuando nació la idea y se muestra satisfecho con los logros de estos 11 años de actividad ininterrumpida que se cumplieron el 8 de agosto. “Mantener la biblioteca abierta todos los días se logra con el voluntariado y esfuerzo de organización. Tenemos que batallar con la escasa promoción de la lectura que existe, pero encontramos un aliado muy fuerte en la escuela que viene revalorizando mucho la lectura y la práctica de la oralidad”, señaló Chaves.
“Para llegar a los niños -añadió Chaves- nos valemos del formato que tienen los libros actuales que son muy atractivos, por su arte, sus diseños, y las ilustraciones que traen. Es el ejemplo de los libros álbum que son vehículos de transporte de la lectura muy interesantes y atrapantes, pero que para muchos chicos desconocen porque el mercado de la lectura infantil es muy exclusivo por los altos precios que tienen”.
“Gracias a la Conabip pudimos hacernos de una interesante colección infantil que hoy llegan a los 2000 libros que los niños leen en su espacio especial dentro de la biblioteca o que sacamos a través de nuestra biblioteca ambulante. Eso más la hora del cuento y la recepción de las escuelas nos posicionaron como referentes en la materia”, concluyó.
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Rodrigo Chaves
El resurgimiento de la Biblioteca La Bicicleta de Colonia Caroya, mérito de la juventud

Claudio Minoldo
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