Por: Gimena Bordas (Lic. en Psicología)
Las investigaciones científicas actuales en biología celular, psico-neuro-inmuno-endocrinología, medicina y otras ramas demuestran que el estado de salud de las personas depende de la sociedad en la que vive, su posición en ella, sus creencias y pensamientos (o sea como vive su día a día) y postulan que las creencias se hacen biología, que no hay enfermedades psico-somáticas sino que todas (¡SÍ, TODAS!) vienen de una profunda y maravillosa interacción de todo nuestro ser. Desde mi experiencia personal y vida profesional no he conocido nunca a una mujer que no haya tenido algún problema ginecológico, (HPV, quistes ováricos, miomas, hongos genitales, infecciones urinarias, endometriosis, problemas para concebir, pérdidas de embarazos, cesáreas, incapacidad para sentir placer sexual, etc) todos problemas de salud en nuestra zona corporal que es exclusivamente femenina, nuestros símbolos femeninos. Esto sumado a lo que dicen las estadísticas acerca de otro tipo de enfermedades en la que las mujeres llevan ampliamente la delantera (bulimia, anorexia, depresión, etc). Yo creo que nuestra sociedad pone las semillas para que esto suceda y se encarga de que las mujeres entendamos desde muy pequeñas que algo en nosotras no está bien: que el pelo más suave, o más rizado o con menos frizz, que la celulitis es horrible, que tenemos que tener menos kilos y ser más jóvenes siempre, que si estás menstruando no se debe notar, que siempre debes oler muy bien y no tener pelos en el cuerpo. En este contexto y con tantas exigencias insólitas pero tan normalizadas no es de extrañar que las mujeres nos demos tan poco valor y que no nos amemos y respetemos tal cual somos. Yo CREO, desde lo más profundo de mi corazón, al igual que muchas y muchos médicos, terapeutas, psicólogos, escritores, científicos y sanadores tradicionales que el origen de esta epidemia de mujeres enfermas es una sociedad que NO VALORA A LA MUJER. De hecho, lo que aconteció hace unos días, con una madre que fue reprendida por personal policial por amamantar a su bebé en una plaza (una de las maravillas del cuerpo de las mujeres) es una clara evidencia de lo que digo. ¿Cómo pretendemos que las mamás no tengan problemas para dar la teta en una sociedad que no la sostiene? (solo 3 de cada 10 niños continúa la lactancia más de 6 meses, y la OMS la recomienda hasta los 2 años)
Entre Mujeres
¡Pero a no desesperar, que hay esperanza! En los últimos años, alrededor de todo el planeta se está tejiendo una red de mujeres que trabajan constantemente en la revalorización de la sabiduría femenina. Se están formando grupos donde mujeres de distintas edades, clase social, distintos intereses e ideologías se reúnen desde el amor y el respeto para honrar lo femenino. Maternidad, partos, crianza, sexualidad, dones del ciclo menstrual, intuición, problemas de salud y violencia, son solo algunos de los temas que más convocan a las mujeres a reunirse y brindarse apoyo, información y herramientas. Por lo general estos espacios funcionan bajo los principios de lo que se conoce como sororidad (hermandad entre mujeres que al percibirse como iguales pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad). Este movimiento mundial es muy interesante y cambia toda una lógica de vincularse entre las mujeres que viene bastante establecida, basada en la competencia y las rivalidades y demuestra que estamos para algo mucho mejor que eso (y mucho más ético): que unidas tenemos una fuerza impresionante para sanarnos, y desarrollarnos personalmente. Las mujeres que participan en estos espacios mejoran su salud física (de su centro femenino y también en general), su salud emocional y mental, y desbloquean “ALGO” en ellas, algo indescriptible que tiene que ver con lo energético que les da un giro y sentido a su vida. Y allí se ve lo que dice Casilda Rodrigañez Bustos: “Las mujeres tenemos muchas cosas para contarnos, de mujer a mujer, de mujer a niña, de madre a hija, de vientre a vientre”.
Correo: gimebordas@hotmail.com
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El Despertar de la Sabiduría Femenina

Claudio Minoldo
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