Las organizaciones que trabajan sobre la discriminación sugieren utilizar la frase “persona en situación de pobreza” en lugar del calificativo “pobre”. Lo primero significa atribuirle a la persona la posibilidad de cambiar de situación para pasar a ser una “persona en situación de bienestar”. En cambio, decirle a esa persona “pobre” es ponerle un sello, una etiqueta, algo que no se puede cambiar. Es equiparar la pobreza al color de piel o al país en que se vive.
La reflexión que mueve a este editor en este celebrado bicentenario de la independencia es que no habrá cambio en la “situación de pobreza” sino hay una decisión política de querer que esa situación cambie.
¿Qué ha pasado con las personas en situación de pobreza en estos 200 años? Lo primero que pasó es que fueron enviadas a la cabeza de todas las batallas, fueron las primeras que dieron la vida por la patria aun sin saber exactamente qué cosa era la patria. Lo segundo que pasó es que fueron despojadas de sus tierras o corridos de ellas, mientras unos pocos “vivos” alambraban por su cuenta la tierra que era de todos.
También fueron contratadas para trabajos viles, de poca paga, sin beneficios ni derechos. Fueron empujadas al delito, a la prostitución, fueron robadas de sus casas y puestas en lugares lejanos para servir a patrones. Y las crisis económicas las fueron empujando a las grandes capitales para formar enormes bolsones de miseria en las villas que tomaron el nombre de “villa miseria”.
En este bicentenario de la independencia, quisiera un presidente que declame menos “pobreza cero” y que la practique. Quisiera políticos que no se aprovechen de las personas en situación de pobreza para hacer “clientelismo”.
Quisiera para esas personas la dignidad del trabajo, de la vivienda, de la salud, de la educación, del merecido descanso. ¡Felices 200 años para ellas!
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