La reciente visita del presidente Mauricio Macri en dos actos diferentes en nuestra zona dejó mucha tela para cortar y motiva una reflexión a propósito de la libertad de expresión.
En el primero de esos actos, en la escuela de barrio Sierras y Parques, se trataba de una personalidad pública -el presidente- participando de otro evento público, aunque con acceso limitado y fuertemente custodiado por la seguridad presidencial. Aun tratándose de ese evento público, los periodistas que lo cubrieron no tuvieron oportunidad de formularle ninguna pregunta al presidente y tuvieron que limitarse a grabar sus palabras, filmarlo, fotografiarlo, y narrar el contexto del acto.
En el segundo de esos actos, se trataba de un evento privado -la ceremonia de entrega de utilidades del Festival- al que había comprometido su presencia la figura pública: el presidente.
En este caso, el organizador privado -el festival- decidió aplicar la regla de admisión para con un comunicador, Luis Sánchez, quien había sido acreditado para cubrir el evento para radio La Ronda.Una publicación de Sánchez en facebook (que permite muchas lecturas y pocas definiciones) llevó al Festival a consultar con autoridades del municipio y de seguridad de la presidencia y a decidir aplicarle el derecho de admisión al comunicador, dejando a la radio sin posibilidad de cobertura y sin posibilidad de reemplazo. En este evento, los periodistas tampoco tuvieron posibilidad de preguntar ni de estar cerca de Macri.
La radio denunció censura, el festival le contrapuso derecho de admisión, pero lo que quedó flotando es la sensación de que pesa sobre La Ronda una etiqueta tan grande (la de ser una radio afín al kirchnerismo) que le va a costar trabajo despegarse de ella. Lo que no justificaría, en ningún caso, que resulte discriminada y lesionado su derecho a informar sin trabas.
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