Cuando uno es niño aprende a ver cómo se esfuerzan los padres para que no nos falte nada. A veces, resignando tiempo para estar juntos, a veces resignando hasta el saludo diario, llegando de noche, cansado, y muchas veces desmoralizado.
Uno supone que todo ese sacrificio debe recompensarse a la hora del retiro con una jubilación decorosa, con un premio a tanta entrega, a tanto renunciamiento.
Pero la verdad es que apena ver cómo aquellos esfuerzos se recompensan con la “mínima”, un chiste de remuneración, una burla, una cifra que los pone por debajo de la línea de pobreza, que les impide el disfrute de los últimos años.
Por eso, al escuchar a papá quejarse amargamente por la política y por los políticos no me queda otra que darle la derecha, acompañarlo en la queja, y señalar que no es justo.
Ahora, hablan de reparación histórica, pero no dicen que esa reparación en nada repara a los miles de jubilados que tienen la “mínima” y que no hicieron juicio. Para ellos, ninguna reparación.
“Con los 75 mil millones de erogaciones adicionales que se estiman como nuevos gastos por el ajuste de haberes en el marco de la ‘reparación’, sería posible abonar $1650 adicionales a los 3,5 millones de jubilados más vulnerables (empezando por los que cobren la mínima y una sola prestación), lo que en el caso del haber mínimo supondría hoy un incremento del 33,25% (y un 47,5% para las pensiones mínimas), mejorando las condiciones de vida de más de la mitad del total de jubilados”, dice mi prima Sol en un lúcido análisis del proyecto.
Pero a vos, viejo querido, no te alcanza ningún beneficio. Por eso, este domingo que celebramos el día del padre te digo que el asado corre por mi cuenta y te hago Justicia por mano propia por tantos años de entrega amorosa. ¡Feliz Día!
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