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Con el clima como aliado, la edición 51 viene generando una taquilla muy interesante

El cierre de esta edición restaba el fin de semana, más el plus del lunes con Lali Espósito. Hasta ahora, el festival venía promediando 12 mil espectadores por noche.

Con un grupo de dirigentes jóvenes en las secretarías clave del Festival y con la firme intención de llevar a las noches del color y del coraje al siglo XXI, la edición 51 dejará mucha tela para cortar y motivará un análisis profundo seguramente cuando se reanuden las actividades en marzo.
Hubo dos cosas que no funcionaron como se pensaba: el sistema de venta de entradas anticipadas con la empresa Pase Show, desconocida en el rubro, que se colapsó ni bien tuvo un sofocón de ingresos a su web. De hecho, desde la noche inaugural la única venta anticipada se realizó en boleterías de la doma.
Y la venta de entradas anticipadas en el anfiteatro tampoco funcionó con la celeridad que se pretendía. En principio, la adquisición de un sistema de escáneres que levanten el documento y dejen cargado a cada espectador como un usuario (de modo que hasta se pueda seguir su historia de preferencias por las noches del festival) funcionó con lentitud. Tener solamente anticipadas en Jesús María tampoco fue la elección más apropiada. Alguien de la ciudad de Córdoba, por ejemplo, que quería su anticipada tuvo que hacer dos viajes: uno para comprar la entrada y otro para venir a la noche que eligió. Hay que buscar cómo solucionarle ese invonveniente.
¿La duda? ¿Los boleteros tienen que seguir siendo voluntarios o hay que poner el servicio en manos profesionales rentados? En un festival que invierte más de 25 millones en montar un festival, la pregunta no es menor. Buena atención y celeridad en las boleterías viene de la mano de la satisfacción del espectador que, aquí, es el soberano.
Y el sistema de escaneo tampoco funcionó para el ingreso/ egreso de periodistas y fotógrafos. Las mejoras para el trabajo de los medios de comunicación fueron muchas y buenas, pero las desinteligencias con la gente del operativo de seguridad interno opacaron un tramo de la labor periodística.
Sacando esos detalles, no menores desde luego, el Festival se encaminaba hacia un importante ingreso de público. La gente siguió eligiendo venir a Jesús María, pese a que tiene el bolsillo un poco más flaco después de la devaluación, de la que economía tuvo un parate generalizado después de octubre, y a pesar de que las entradas estuvieron bastante más caras que en la edición anterior.
La programación de campo, por lo visto hasta el cierre de esta edición fue muy prolija. Algunos especialistas insistieron en que podrían elevar el nivel de las tropillas. Si uno se detiene en el nivel de porrazos que hubo este año -fueron muchos- pensaría que el nivel de los caballos fue muy bueno, pero también podría pensar que hubo muchos caballos mañosos y que los golpes se dieron porque no se prestaron bien al trabajo. En fin, habrá que revisar cuánto de verdad tienen las críticas.
La programación de escenario, en general, pasó la prueba del público. Hubo algunos intentos por incorporar jóvenes promesas y habrá que seguir depurando el padrón de los que ya poco aportan al desarrollo de una noche.
Sabremos, además, si la propuesta pop y teen del lunes dio el resultado esperado y si ése es el camino que hay que empezar a transitar para seguir generando utilidades, el objetivo que mueve al festival.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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