Quién sabe si cien años atrás había conciencia acerca de que esa acción marcaría tan fuerte la identidad de un pueblo y la de sus habitantes. Tal vez era la intención. Tal vez el objetivo era otro. Tan sólo decorar el espacio público. Brindar sombra. O tantas otras cosas que hoy se discuten en charlas de café. La verdad objetiva es que desde hace un siglo los plátanos acompañan la vida de los caroyenses y lo harán por un buen tiempo más.
Historia. En 2011 un grupo de estudiantes y docentes del IPEM 349 Giovanni Bosco realizaron un completo trabajo acerca de la historia, botánica, y cualidades ambientales de estos árboles. El documento se editó en formato libro bajo el nombre ‘Los plátanos de Colonia Caroya, símbolo de mi ciudad’ y bien vale la pena repasarlo en este 2015 de celebración.
Más allá de las versiones sobre el país de origen (Italia, España o Canadá), dice el libro que el dato en el que no hay discusión es sobre el año en que fueron plantados. Fue en 1915, bajo el mandato de Gabriel Céspedes, intendente de Jesús María, que estaba a cargo de Colonia Caroya. La plantación, indica el libro, se hizo desde el lote 15 B hasta el ferrocarril. Con posterioridad, en 1928, hasta la calle 52 y a partir de ahí la siguiente plantación llegó hasta el Club San Martín, y luego a la ‘terminal vieja’ e incluso hasta el Monumento a los Inmigrantes.
Otro dato destacado apunta que son 2.436 los plátanos que brindan sombra a la ciudad, distribuidos a ambos lados de la Avenida San Martín, desde el ferrocarril hasta la calle 88, en donde se interrumpe por una plantación de eucaliptus. Unos 2.000 metros antes de llegar a “la curva de Tinoco” se encuentra otra plantación destacada, realizada en el año 2000. Otras zonas del ejido caroyense también han sido ornamentadas con estos árboles, como el ingreso por Puerto Caroya, y el ingreso por ruta 9 que deriva en la calle Pedro Patat.
Balance y propuesta. En torno a las políticas para con los plátanos, Eduardo Angulo, uno de los autores del libro y titular de Ambiente caroyense los últimos cuatro años, apunta que los plátanos “se protegieron con insecticidas para contrarrestar efecto del taladrillo, mediante inyecciones, para no pulverizar”. Y apunta que esa tarea “habría que seguirla, cambiando los productos para evitar resistencia”. Por otra parte, “se replantaron unidades que estaban secas, y se reemplazaron por árboles de ocho o diez años”.
A futuro el desafío es “sostener el riego, algo primordial, para generar un sistema efectivo que responda a las demandas de evaporación, ya que de no atender este aspecto se puede generar un envejecimiento prematuro”. Como deuda, “quedó pendiente una fertilización, que tenga en cuenta la demanda del árbol, tipo de fertilizante y época”.
Una acción concreta sería realizar “un ordenamiento de las aceras, por ejemplo con veredas de cemento perforadas que permiten que el agua de lluvia infiltre”. “Ese aporte sería muy importante para darle más tiempo de vida” a estos árboles que según diversos factores ambientales pueden llegar a vivir “hasta 400 años”.
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