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El díficil camino del periodista

Con la misteriosa muerte de Mariano Moreno, padre del periodismo argentino y mentor de la revolución de mayo, nació la difícil tarea de comunicar en este país.

La Gazeta de Buenos Aires inaugura una manera de comunicar en nuestro país: es el primer periódico que tiene como cometido respaldar a los revolucionarios de mayo de 1810. Lo que sería un tipo de periodismo “oficialista”.
Pero, a diferencia de los “oficialismos” actuales, en aquellos años la prensa era un vehículo para hacer circular ideas y que lleguen a las masas. El medio de comunicación tenía el doble propósito de ser formativo e informativo.
No había interés por lucrar con un medio de comunicación y la gráfica era, posiblemente, la expresión única del pensamiento reinante. Durante todo el siglo XIX hubo censuras, cierre de publicaciones, amenazas, y hasta algunos periodistas debieron marchar al exilio antes de exponerse a la posibilidad de morir.
Con la aparición de la radio y de la televisión, los medios de comunicación sufrieron una transformación brutal. La gratuidad de estos últimos permitió una masividad casi total y, con esa masividad, aparecieron otros actores que vieron en la concentración de medios ya no una forma de hacer circular ideas sino de hacer monumentales negocios.
Y de esos negocios vienen participando políticos de diferente signo, desde hace décadas. Ser oficialista en el siglo XX fue más una cuestión de negocio que de convicción o de ideas.
Eso no significó que no haya habido, como en todas épocas, periodistas muy comprometidos con su profesión y con sus ideales. Pero corrieron peor suerte que los del siglo anterior: la mayoría desapareció o fue asesinado. Bernardo Alberte, Miguel Ángel Bustos, José Luis Cabezas, Dardo Cabo, Jorge Calvo, Julián Delgado, Héctor Ernesto Demarchi, Alicia Eguren, Raymundo Gleyzer, Emilio Jáuregui, Pirí Lugones, Enrique Raab, Rodolfo Walsh, y Tilo Wenner ofrendaron su vida.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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