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Un poquito de educación

Independientemente de la cantidad de recursos que se dispongan para la educación, más importa la calidad de la formación docente y la calidad de los contenidos.

No se puede dar de lo que no se tiene y no se puede tener más que lo que se tiene si no hay una instancia formadora superior. Hoy, el problema de la educación es un problema de formación de formadores.
Hay cuestiones inobjetables como el avance de la tecnología, la irrupción de las redes sociales en la vida comunitaria, la tendencia a un relativismo cada vez mayor, el cuestionamiento a un orden dado y que permaneció inmutable durante décadas.
El desafío es cómo incluir todos esos “avances” en la cotidianeidad del aula y el mayor desafío es para quienes forman a quienes están después en el aula. Ojo que no estamos poniendo el acento en los profesores universitarios ni en los de terciario sino en los programas de estudio que deberán ser minuciosamente analizados antes de cambiarlos para que la educación siga siendo el parámetro en que se mida el progreso de un país.
Casi nadie se animaría a cuestionar el poder transformador del conocimiento y casi nadie tacharía a la escuela como el lugar donde el acceso al conocimiento se hace más fácil. A eso van los alumnos, a eso van los docentes: a compartir y profundizar conocimientos.
Otro tema bien diferente es que la escuela también enseña actitudes y permite discutir valores, pero esos dos temas están atados a un núcleo básico de conocimientos que van antes de actuar y sentir.
En la última década, el presupuesto en educación se triplicó, lo aseguran las estadísticas, pero el problema sigue siendo el qué y el cómo antes que el cuánto. Hubo inversión en tecnología, en biblioteca, en infraestructura, pero no hubo inversión en maestros mejor formados ni en docentes formadores mejor formados. La base de conocimiento sigue siendo casi la misma y el espejo en que mirarnos el propio, el argentino.
Hemos asistido al fracaso de los teóricos al frente del Ministerio de Educación. Ilustres autores de libros de referencia fueron puestos al frente de la principal cartera nacional y el resultado ha sido paupérrimo.  No tenemos mejores docentes en las aulas ni tenemos mejores programas de formación, ni la calidad educativa nos ha puesto entre los mejores países latinoamericanos.
En educación, asistimos a la invocación histórica de la época en que fuimos faro para otros países del cono sur. Parece que la única referencia válida está anclada en el pasado, más allá de los esfuerzos de propaganda que hacen los gobiernos para hacernos creer que en educación las cosas marchan sobre ruedas.
Más que una promesa en una plataforma electoral, este año en que habrá muchas, ojalá que haya una decisión política de revertir el curso que tienen las políticas educativas para que la construcción de otro futuro no nos quede demasiado lejos ni demasiado grande.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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