Una cosa es que las leyes propongan la igualdad entre sexos y otra muy distinta es que esa igualdad se vea reflejada en los hechos y en el reparto de roles sociales.La Declaración Universal de Derechos Humanos reafirma el principio de la no discriminación y proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, sin distinción de sexo.
Asimismo, los Pactos Internacionales de Derechos Humanos garantizan al hombre y la mujer la igualdad en el goce de todos los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos.
Hay convenciones internacionales, resoluciones, declaraciones y recomendaciones para favorecer la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, pero a pesar de estos diversos instrumentos las mujeres siguen siendo objeto de importantes discriminaciones.
La igualdad debe traducirse en oportunidades reales y efectivas para ir a la escuela, acceder a un trabajo, a servicios de salud y seguridad social; competir por puestos o cargos de representación popular; gozar de libertades para elegir pareja, conformar una familia y participar en los asuntos de nuestras comunidades, organizaciones y partidos políticos.
No basta decretar la igualdad en la ley si en la realidad no es un hecho. Vale preguntarse por qué no hay ninguna mujer encabezando una lista entre los 12 candidatos que habrá en las elecciones en nuestra región (6 en Jesús María, 2 en Sinsacate, y 4 en Colonia Caroya).
O por qué todavía no hubo una presidenta mujer en el Festival de Doma y Folklore.
No importa tanto cuántos lugares han sido ganados por mujeres sino que esos lugares permanezcan y que, incluso, se incrementen. No se trata de discutir si tiene que haber un reparto 50/50 entre hombres y mujeres sino que los espacios donde se toman decisiones trascendentales estén ocupados por los mejores, aunque eso signifique que el género masculino deba resignar sus 50 o viceversa. Queda mucho camino por recorrer hacia la igualdad.
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