En la madrugada del 3 de marzo, Juanita - de 9 años- esperaba el momento de salir junto a sus padres, Estrella y Martín, a su colegio y sus trabajos, respectivamente. Pero el agua les cambió los planes. Para cuando se dieron cuenta, tenían dentro de la vivienda diez centímetros de agua y no podían evacuarse por la puerta del frente. Había desaparecido su calle y tuvieron que pedir a los Bomberos que les cortaran el alambrado de la parte trasera del inmueble para poder ponerse a resguardo.
Tan de sorpresa los tomó la inundación, que se fueron con lo puesto y se evacuaron durante esa mañana en la sede del Centro Vecinal de barrio Italia. Un rato antes del mediodía de ese 3 de marzo, Martín decidió regresar a la casa, armar una muda de ropa, poner a resguardo algunos bienes muebles, y salir. Después, tuvieron que mudarse a la casa de familiares y quedarse allí una prolongada estancia.
Todas esas vivencias tuvieron su impacto en Juanita que hizo un relato muy sentido de esa madrugada. Transcribimos a continuación el trabajo que escribió Juanita, bajo el título ‘Lo que el agua se llevó’: “El día 3 de marzo muy temprano nos levantamos en la oscuridad y veíamos cómo el río venía furioso y cada vez avanzaba más. A las 7 de la mañana el río se desbordó y entró a mi casa y a la de mis vecinos, fuimos evacuados por los bomberos, teníamos el agua adentro, por todos lados. Fue muy triste ver cómo el agua se llevaba las casas de los vecinos, la mía se salvó, pero tuvimos que irnos a vivir a la casa de mi abuela.
Sentimientos similares tuvieron otros niños que vivenciaron algo inédito en la historia reciente de la ciudad: ver cómo se desmoronaban viviendas tras el paso destructor del río Guanusacate.
Seguramente, la experiencia formará parte de los recuerdos profundos de Juanita, de esos que se rememoran hasta el final. Afortunadamente, pudo expresarlos en una redacción escolar, sacárselo de adentro, y compartirlo con el resto de la comunidad que tuvo un enorme aprendizaje con las inundaciones.
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