En los partidos políticos que no hay democracia, hay dedocracia. José Manuel de la Sota llegó al poder en diciembre de 1999 y, desde ese entonces, comenzó a pregonar que las internas de su partido, el justicialismo, no hacían más que desangrarlo y que lo dividían. Que era mejor el acuerdo, la encuesta, el encuentro.
Pero de lo pregonado a lo actuado hubo un abismo en estos 16 años que transcurrieron desde entonces. Hubo encuestas truchas y divisiones horrendas que fueron solucionadas con la mecánica del dedo: Yo te elijo, te proclamo entre los demás porque tengo la sabiduría para hacerlo. No importa lo que opinen los afiliados. Desde que De la sota encabeza el PJ cordobés, los justicialistas han ido a elecciones solamente por naderías. Han hecho “como si” votaran, como si eligieran, como si estuviesen ejercitándose en la democracia. En Colón debería haber elecciones el próximo domingo, especialmente en Jesús María, y todavía no se sabe si habrá espacio para que las dos listas que se disputan la candidatura se midan en elecciones internas.
La misma lógica del “dedazo” se le aplica a algunos nuevos partidos en donde parece que solamente la asamblea o los congresales pueden convalidar candidaturas. Levantando la mano, diciendo a viva voz, en lugar de permitir la privacidad de un cuarto oscuro y la emisión de un sufragio en un sobre.
Este domingo, sin ir más lejos, la Unión Cívica Radical tendrá comicios internos y abiertos, que claramente son un ejemplo de civismo. Serán los afiliados y los independientes quienes decidan entre las dos opciones que tienen a mano: Luis Picat o Daniel Gatica.
Para evitar dedocracia, en definitiva, hace falta legislar la democracia. Y en el caso de las elecciones internas está visto que el mejor mecanismo es que todos los partidos, el mismo día, en las mismas escuelas, al mismo tiempo, elijan a sus candidatos.
Y no hace falta que una ciudad cuente con una Carta Orgánica para legislar sobre unas PASO (Primarias abiertas, simultáneas y obligatorias). Es cuestión de modificar el Código Electoral y establecerlo dentro del calendario, fijar las reglas de juego.
Las PASO obligan a los partidos a ser respetuosos de las decisiones de sus afiliados, pero también permite que los vecinos sin afiliación adelanten sus preferencias. Y permite descartar a aquellos precandidatos que no obtengan un piso de votos para que la elección general no se pueble de partidos sin representación ciudadana.
En los lugares donde no hay PASO, falta un acuerdo político maduro, un compromiso de todas las fuerzas políticas, y una presión de las instituciones intermedias que también ganan cuando gana la democracia. No será en 2015, pero ojalá que 2019 nos encuentre con novedades.
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