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Entre lo deseable y lo posible


No todo lo que se desea en términos personales se logra cumplir. Mucho menos cuando esa ecuación de traslada a los deseos colectivos y aumentan las variables.

Desde hace dos meses, Colonia Caroya viene discutiendo un proyecto de ampliación del ejido urbano en medio de una marea de opiniones enfrentadas y donde los “no” han sido la general.
Pero sucede que los “no” están del lado de los representados y los representantes del oficialismo tienen un “sí” con fuerza normativa que los representados no tienen.
Hay, además de una discusión de fondo sobre el tipo de ciudad en que muchos representados quieren vivir, una enorme puja de grupos económicos sobre la necesidad de que les aprueben loteos en sectores que hasta esta semana no eran urbanizables.
Y vuelve a contraponerse lo deseable a lo posible desde muchos puntos de vista. Por un lado, la Carta Orgánica de la ciudad regula y legisla sobre una ciudad “deseable”, una ciudad meta hacia la que acercarse y que dejarle a las futuras generaciones, pero en muchos sentidos no están dadas las condiciones para que esa ciudad deseable sea posible.
En parte, porque la clase dirigente no aprendió que representa a un pueblo y no a una bandera, una barra, un partido, un color político, ni siquiera a una ideología.
Y en parte porque la clase ciudadana ha estado dormida y se ha levantado frente a la urgencia, frente a la amenaza, frente a la posibilidad de que algo se discuta sin admitir discusión.
En lo deseable, tampoco aporta demasiado que los ediles acepten debatir sobre temas que son de su absoluto desconocimiento. Y, peor que eso, que sometan a votación algo cuyas consecuencias no son capaces de calcular.
De todas maneras, en términos de responsabilidad ciudadana nunca nada es tarde. No es tarde para una reacción judicial que venga a aclarar legalidades, legitimidades, y aplicación del derecho.
No es tarde para mantener una bandera de participación para otros temas sociales que necesitarán ser consensuados y en los que, casi siempre, hay un pueblo inconsulto.
No es tarde para levantar la voz en contra de lo que se supone es ir en contra de los principios que los hace “comunidad” con historia, con identidad, con compromiso.
Ni es tarde para comprender que, como en la guerra, hay diferentes batallas (Chacabuco, Cancha Rallada, Maipú) y que hay que pelearlas a todas porque son peleas enclavadas más en el mañana que en el hoy.
Ni es tarde para seguir intentando educar al dirigente, al funcionario, al jefe de la ciudad, en el sentido de que nadie les dio la suma del poder público ni la autoridad para decidir en nombre de todos cuando no hay acuerdo unánime.
Esos son los desafíos de la democracia, de la representación, y de la participación ciudadana en los que hay que persistir e insistir porque así se hallan las mejores soluciones.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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