Por: Leonardo Rossi (De nuestra redacción)
Inflación, caída de las ventas, suspensión de empleos son algunos
de los tópicos que acaparan la agenda económica de los últimos meses. El cuadro
no es el más favorable de los últimos años, y en eso coinciden oficialistas,
opositores, sindicatos y empresarios, de una y otra vertiente. Aquí un
semblante de voces con una lectura local de este panorama. “Está mal la cosa,
pero lo más difícil va a ser arrancar el año que viene”, sintetiza Mario Soria,
delegado de la comisión interna de la empresa autopartista MWM. Germán Pistoni
de Mariano Max cree que “si se recupera la confianza entre los distintos
actores económicos la situación puede mejorar”.
Algunos datos recientes: el
Consejo del Salario aprobó un incremento del 31 por ciento del ingreso mínimo.
Será en dos tramos, a partir del 1 de septiembre será de $4.400 y desde el
primer día del 2015 ascenderá a 4.716 pesos. En ese mismo espacio del que
participan el Gobierno, centrales gremiales y empresarios se decidió crear un
Observatorio que propuso la CTA de Hugo Yasky, afín al Ejecutivo, para
monitorear la evolución del escenario laboral con el foco puesto en los
despidos y suspensiones. Este espacio, de alguna manera, reconoce la
conflictividad laboral de estos días.
Estos aspectos macro
tienen incidencia concreta en cada fábrica, en cada rincón de trabajo. MWM
dispuso acuerdos salariales trimestrales. A días de cobrar el tercer aumento
anual de 6,5 por ciento (un acumulado anual del 32), sus trabajadores señalan
que “la inflación se lo tragó”. Soria apunta que más allá de la disconformidad
salarial, desde SMATA no adhirieron al reciente paro lanzado por la CGT que
encabeza Hugo Moyano. “Como está la cosa no nos podemos dar el lujo de parar”,
dice el delegado.
En esta fábrica dedicada a
la producción de autopartes, principalmente tapas de cilindro para General
Motors, se hizo sentir “la crisis automotriz”. “Hubo una gran baja, tuvimos
suspensiones y la empresa firmó un protocolo preventivo de crisis para todo el
año”, describe Soria sobre la película que vivió durante todo el 2014.
Otro espacio fabril
referencial es Arcor. Abel Correa, delegado de los trabajadores, apunta que el
acuerdo del 35 por ciento obtenido este año a pagar en dos partes, “fue muy
positivo”. No obstante reconoce que para “muchas familias que sólo dependen del
sueldo de la fábrica está muy justo”. “Y en la medida que se puede hay que
hacer horas extras para llegar bien”, agrega. Otro dato que suma Correa tiene
que ver con los volúmenes de producción: “En otras épocas de crisis como 2001
no se notaba un freno, en cambio ahora se ve una merma, y eso se traduce en
menos líneas de producción activas y menos trabajadores eventuales” que son
reemplazados con algunos movimientos internos.
El último eslabón
“El año fue muy malo y uno
no ve la luz de salida”, comparte Emiliano Felippa, del área de ventas de la
concesionaria Montironi. El empleado arroja cifras de la experiencia personal:
“De diez ventas por mes, pasé a tres o cuatro”. La merma en la salida de autos
también impacta en estos trabajadores que componen parte de su salario a partir
de las comisiones por venta.
La cadena de este sector
tiene impacto en este tipo de empleados pero, claro, su origen está en otro
lugar. Por ejemplo, la concesionaria “no tiene nada hasta fin de septiembre,
porque no hay stock, porque a su vez las fábricas dicen que no tienen dólares
para comprar autopartes a Brasil”. De contar con “treinta o cuarenta autos
pasamos a tener diez o quince en el último tiempo”. En este contexto, Felippa rescata que “si no
fuera por el Pro.cre.auto o los créditos del Bancor estaríamos totalmente
parados”.
En las góndolas
“Estamos notando una caída de ventas, sobre todo en los últimos
dos meses. Viene bajando la venta entre dos y tres por ciento cada mes”. Los
números los aporta Germán Pistoni, encargado del supermercado Mariano Max. A
partir de su trabajo cotidiano observa que “rubros como la carne se resienten,
también verduras estacionales, y hay un cambio a segundas marcas por ejemplo en
fideos o galletitas”.
Lejos de ser pesimista,
Pistoni entiende que la situación “se puede mejorar si se logran acuerdos entre
empresarios y funcionarios, y se recupera la confianza entre todos los actores
de la cadena”. “Que las cosas aumenten y no se venda, la verdad que no le
conviene a nadie”, concluye.
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