Por: Leonardo Rossi (De nuestra redacción)
Hace cuatro años que Argentina cuenta con una ley de matrimonio igualitario. En ese lapso, más de 9.000 parejas del mismo sexo han ejercido ese derecho. Dos de esas uniones matrimoniales ocurrieron en nuestra zona, una en agosto de 2011 en Jesús María y la otra en noviembre de 2012 en Colonia Caroya, según reportan los registros civiles. ¿Cómo impactó esta norma en nuestras sociedades? “A pesar de ciertos condicionantes de nuestras culturas locales, notamos una apertura” y en ese sentido “la ley fue un aporte fundamental en la construcción de ciudadanía”, analiza Miguel Ávila, del colectivo Igualdad y Diversidad (IGDIS).
La ley 26.618 fue uno de los grandes avances recientes en materia de derechos civiles de la sociedad argentina. Si se observa la distribución de los matrimonios igualitarios por región hay un patrón coherente con la densidad poblacional: Buenos Aires y la Capital Federal concentran casi la mitad de uniones (4.681). En ese universo nacional se inscriben los dos matrimonios celebrados en nuestra zona: uno entre mujeres (Colonia Caroya) y otro entre hombres (Jesús María).
La organización que preside Ávila tiene representación en siete ciudades del norte cordobés, incluidos estos dos municipios. A su entender la cantidad de matrimonios en la región “no tiene tanto que ver con algún factor cultural de este lugar sino con la necesidad de cada uno”. En ese sentido agrega que los matrimonios “siguieron el curso normal de lo que ocurrió en el país” y si no se concretan más “es porque no existe una necesidad personal”.
La psicóloga Nilda Fantini aporta su reflexión desde datos de la observación cotidiana, y en esa misma línea entiende que “concretan el matrimonio quienes tienen necesidad de legalizar esa situación de pareja, pero muchos jóvenes no optan por esa vía”.
Ávila añade que “cuando se discutía la ley algunos decían que iban a salir todas las parejas homosexuales a casarse y queda a la vista que no fue así, es un derecho y está para quien quiera ejercerlo”.
Un dato complementario a estas miradas es que en las nuevas generaciones los matrimonios heterosexuales vienen en franca decadencia: mientras que hubo cerca de 186 mil en 1990, para 2011 rondaban los 129 mil, crecimiento poblacional de por medio, según un reciente informe de la Universidad Católica Argentina.
Ataques de otros tiempos
Referido a este punto, para el docente del seminario de Diversidad Sexual e Identidad de Género de la Escuela de Trabajo Social (UNC) la ley “fue un aporte fundamental en construcción de ciudadanía”. Junto a otras normas como la de identidad de género, aparece no sólo desde las organizaciones sino desde el Estado una voz que habla de “decirle basta a la discriminación, a la violencia, a la exclusión”. En sintonía, Fantini señala que “la ley posibilitó otro posicionamiento social” de un sector de la comunidad.
Para la psicóloga “esta legalidad de algo que antes era condenatorio hace que cierta discriminación que aún existe en algunos sectores esté más inhibida”. Es que la propia discusión de la ley “permitió instalar el tema como nunca” y “para las nuevas generaciones ya no hay tabú, lo viven más naturalmente”, y los ataques empiezan a quedar anacrónicos.
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Miguel Ávila describe que en estas sociedades con fuerte arraigo “europeo descendiente y católico hay condicionantes a la hora de permitir a sus juventudes expresar su identidad sexual”. Sin embargo, el dato alentador es que “se nota una apertura”. “Con las generaciones más antiguas debemos trabajar la tolerancia y el respeto ya que muchas veces hay rechazo tan sólo por desconocimiento” y con los más jóvenes “debemos avanzar en lograr más derechos e implementar los que se van consiguiendo”.
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