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Amigos, siempre tan necesarios

Asado en Mendiolaza, foto de Marcos López
Tener uno, veinte, o cien depende de las circunstancias, de los intereses, pero sobre todo de lo que uno haga para mantenerlos cerca siempre.

Durante gran parte de la niñez, tener muchos amigos es motivo de jactancia. Significa ser aceptado, reconocido, y en cierto modo querido.
Ya en la adolescencia, tener cuatro o cinco es casi milagroso porque resulta más difícil compatibilizar intereses, gustos, cosas que compartir.
La cosecha de amigos puede provenir del colegio (primario, secundario), de la universidad, del deporte, de otras instituciones, de la religión, de la política, y de cuanto reducto se pueda uno imaginar.
Este editor recuerda con emoción que al sepelio de su abuela Pepa llegó doña Nélida con un pequeño ramo de flores y una tarjetita que decía simplemente: “Gracias, por más de 60 años de amistad”. Y le recordó cómo, a lo largo de ese tiempo, esas amigas supieron ser de fierro, mantuvieron la confidencia, y se cuidaron celosamente. No fue casualidad que su última tarde en esta tierra, Pepa haya compartido su última mateada con doña Nélida.
Lo mejor de la vida adulta es que uno puede encontrarse con nuevos amigos, de esos que la vida pone en frente de uno para recordarle que siempre hace falta alguien que camine al lado de uno, que comparta las risas y los llantos, los duelos y los logros, o que simplemente esté ahí para lo que haga falta.
Y los hay en todas las versiones y formaciones. Están los especiales para compartir asados y jarana. Los que hay que buscar cuando se necesita reflexionar o poner el hombro o poner la oreja.
Hay amigos que solo esperan el gesto, la mirada profunda, la charla a fondo y que siempre se ofrece. Y están los amigos de las redes sociales, esos que tienen simpatías contigo sin que hayas hecho un esfuerzo enorme por tenerla.
De los amigos que vuelven, de los que se fueron, de los que nunca se fueron aunque no estén, de los profundos, de los sencillos, de los que saben hacerte sonreír, de los que te han hecho conmover, con los que compartiste y seguís compartiendo valores, de todos ellos hay algo en vos. Y si has sido generoso, honesto, comprensivo, y comprometido, seguramente, hay algo tuyo en ellos.
La fecha es la excusa para celebrarlos, para exaltar que son parte nuestra, que son los hermanos que no comparten nuestra misma sangre pero debieran, que son la sal de la vida, el motivo para alegrarte una tarde cualquiera en un reencuentro, la excusa ideal para tomar un cortado o una cerveza.
“A mis amigos les adeudo la paciencia de tolerarme las espinas más agudas; los arrebatos de humor, la negligencia, las vanidades, los temores y las dudas”, cantaba Alberto Cortez con gran acierto en su célebre reflexión sobre la amistad.
Y es que los amigos también están para eso: para que nos aguanten y los aguantemos y hagamos más llevadero el tránsito por esta vida.  ¡Feliz Día!
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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