Cuando se acerca la fecha que nos conmemora, nos ponemos a pensar en el ejercicio y en lo que debiera significar hacer periodismo en este tiempo.
Con ayuda de un teléfono con una buena cámara, que grabe notas de voz, ya se está más cerca de contar con la herramienta para hacer periodismo, pero eso no te transforma en periodista.
Muchos apiolados inventaron eso del periodismo ciudadano que es ni más ni menos que pedirles a los ciudadanos de a pie que les manden fotos, videos, y textos desde los lugares en que debiera haber periodistas. Si el periodista no está donde ocurre la noticia, se pierde una parte muy importante del trabajo periodístico.
Hoy, está lleno de colegas que no se mueven de un escritorio y que creen que eso que están haciendo frente a una compu es periodismo. Redes sociales, correos electrónicos y llamadas por teléfono no están ni por asomo cerca del ejercicio del periodismo.
Por un lado, eso. Hay que estar en la calle y, por otro, hay que revisar la agenda de temas. Este editor no está convencido de que el listado clásico de temas que le interesa al público receptor sea el mismo que se enseña en las escuelas de periodismo.
Esto es, cada medio puede elegir qué historias poseen interés informativo y cuánto espacio e importancia se les da a esas historias. Y lo que no aporte demasiado debería ocupar menos minutos de aire y menos centímetros de papel, y menos pixeles de pantalla.
Muchos se preguntan qué le aportan a la construcción de una sociedad mejor todos esos berretines de vedetongas de baja estopa que llenan las tardes de estupideces y mediocridades. ¿Quién dice que eso es lo que le interesa a la opinión pública? ¿Están seguros de que eso es lo que quiere el público mayoritario?
Afortunadamente, hay cientos de experiencias de programas de radio y televisión, y de experiencias editoriales que pueden contradecir aquella creencia. A mucha gente le importa la gente y sus desvelos cotidianos, las historias que retratan esfuerzos, entregas desinteresadas, compromisos con las causas de los menos favorecidos.
Porque no pensar en obligarnos a generar una agenda que incluya todos esos desvelos, que el público encuentre entre sus opciones las que tienen que ver con diversos valores, con esos valores que enaltecen la condición humana.
Recientemente, junto a un amigo, reflexionábamos cómo mejora nuestra sociedad a partir del trabajo gigantesco que realizan los que trabajan con los sectores más desfavorecidos. En esos sectores, un puñado de personas apuesta a la educación, a la formación en valores, a la inclusión social, a la eliminación de las diferencias, al respecto por los derechos de las personas que no tienen todas sus capacidades.
Por esas instituciones, pasan a lo largo de los años cientos de miles de personas que se construyen a sí mismas con otra mentalidad.
El repaso puede ser mezquino y olvidar involuntariamente a alguno, pero cómo no pensar en todo lo bueno que hacen por nuestras comunidades organizaciones como La Casa de Matías, el Merendero Esperanza, el Comedor El Gaby, Adolescentes Contra el Sida, Las hermanas del Hogar Juan XXIII en Colonia Caroya, los grupos Scouts, los ateneos de diversas instituciones, la Fundación Humanos, entre tantos otros.
Y qué sólos suelen sentirse cuando los periodistas no les ayudamos a multiplicar sus esfuerzos, a acercar más gente, a generar redes solidarias. Por eso, en esta fecha que nos recuerda el Día del Periodista -7 de junio- enhebro algunos sueños colectivos y que todos los que ejercemos la profesión podamos aportar nuestro granito en la autocrítica y en la redefinición de nuestras competencias y en los temas que vamos a sumar a nuestra histórica agenda.
Creo que se puede, que son más las cosas que nos acercan que las que nos alejan. Alguien dará el puntapié un día de estos.

Claudio Minoldo
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