Por: Leonardo Rossi (De nuestra redacción)
Las líneas amarillas en tantas veredas es un dato inobjetable. A partir de la sanción de la ordenanza 3.331, en junio del año pasado, el centro de Jesús María incorporó cambios en la organización de su espacio público. ¿Qué transformaciones concretas hubo? ¿Qué hay de lo simbólico? ¿Qué falta? Preguntas que surgen ante Verónica Bua (Socialismo), impulsora de la norma que ordena liberar 1, 50 metros de vereda desde la línea de edificación, para facilitar el tránsito de personas con discapacidad.
“Las veredas están allanadas, hay un cambio real”, dice, a partir de su experiencia cotidiana en las calles céntricas. No obstante, aún resta concientizar a parte de la población, y lograr que “se termine con el cierre de toldos laterales”, tal como marca la ordenanza.
En su artículo 12, inciso f, la normativa prohíbe “tener cerramientos laterales”. Caminar una tarde por el centro de Jesús María permite, rápidamente, encontrar sitios que hacen caso omiso a este punto. Esquina de Cástulo Peña y Kennedy. La realidad burla la norma. Una vuelta manzana, unos cuantos pasos por Tucumán, y la cosa tiene sus altos y bajos. Sitios antes bloqueados hoy se muestran amables para quienes tienen su movilidad reducida. También, persisten (o resisten) unos cuantos obstáculos.
Bua reflexiona sobre estas nuevas postales. “Hay dos cuestiones: lo visible y lo simbólico. Uno camina y nota el centro más libre, abierto, y eso se ve claro. Las veredas están allanadas. Antes el espacio público se saturaba”. Hasta ahí lo visible, tal como lo llama la concejal.
En segunda instancia, lo que trasciende la mirada, lo profundo. “Desde el punto de vista simbólico, hay una cuestión cultural muy importante y es el mensaje de que ‘el espacio público es para la circulación de todos, para la persona con discapacidad o para quien tenga más autonomía’”.
Cumplimos
En estas actitudes de los comerciantes (y ciudadanos, valga la aclaración) se expresa “una madurez cívica”. En otras palabras: “Podemos estar o no de acuerdo con esta norma, pero la cumplimos”, celebra.
Día sí, noche no
La mala llegó con el frío. En esta época “los toldos se empiezan a usar más”. Hace un mes aproximadamente, la concejal recibió el reclamo de vecinos por el impedimento para circular a causa de los cerramientos perpendiculares al cordón. Bua acercó el problema al intendente Gabriel Frizza. “‘Se viene una segunda etapa, de trabajar con cada uno de los comerciantes’, me dijo”. Y en este tiempo, asegura la edil, “tres comercios que bajaban el toldo cortando el paso, lo dejaron de hacer”. Para la concejal este trabajo de concientización, “constante y de hormiga”, es “mejor que tener a la Guardia Urbana las 24 horas labrando actas”.
En esa misma línea de trabajo, Bua piensa enviar cartas a comerciantes que cierran con toldos el paso peatonal. En particular, ha recibido denuncias y constatado que algunos locales que “no ponen esos obstáculos durante el día, sí lo hacen por la noche”. Es decir hay zonas accesibles, según el momento en el que uno elija transitar.
“Pensaba comunicarme con los dueños de aquellos lugares donde persisten los incumplimientos de este tipo y dialogar. Quiero saber por qué no están aceptando la ordenanza. Y que ellos sepan que estamos abiertos a considerar nuevos aspectos, porque toda norma es perfectible”.
A pesar de estos puntos a mejorar, Bua destaca que “hay resultados y exhortamos a que se siga cumpliendo”.
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