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Con la esperanza puesta en la palabra precisa

La caja de herramientas de un comunicador está llena de palabras. Su destreza en combinarlas adecuadamente es la clave hoy.

Hay momentos en que resulta indispensable atesorarlas, tener a disposición cientos de ellas, ser un meticuloso selector de las mejores, las adecuadas, las precisas, las importantes. Si un comunicador no entendió que su mejor herramienta es la palabra, no ha entendido nada.
La palabra ingresó en una crisis de fe. Está devaluada, ha perdido parte de su sentido. Aparece en muchos discursos y no convence. Forma parte de promesas que no se cumplen, es utilizada por los inmorales en ardides y mentiras, se nos vuelve en contra cada tanto.
Y quienes elegimos esta profesión tenemos la enorme responsabilidad de dotarlas de sentido, ser profesionales mientras las vamos usando, hacer uso de ellas para desnudar entuertos, criticar constructivamente, denunciar lo deshonesto.
Y tenemos una responsabilidad aun mayor: ofrecérselas a quienes nunca tienen la palabra, a quienes son silenciados por el sistema o por el mercado, a quienes no tuvieron la chance de armarse su valijita con palabras sanadoras, constructoras, reparadoras, esperanzadoras.
Porque, en definitiva, somos las personas las que dotamos de sentido positivo o negativo a las palabras, somos quienes devaluamos el valor de la palabra.
Por suerte, vivimos en Argentina donde hay palabras que no tienen mácula: amigos, encuentro, familia, solidaridad. Gracias al uso de esas palabras y al ejercicio de las acciones que entrañan es que florecen nuestros mejores sentimientos y nuestro compromiso con el cambio.
En la vereda del frente, dos de las mejores palabras de la jerga argentina presentan al “chanta” y a lo “trucho” como dos males milenarios y sin solución a la vista. También inventamos la “viveza criolla” con la que muchas de nuestras abuelas criollas no hubiesen estado de acuerdo porque eran bien “vivas” aunque en otro sentido.
Uno de los mayores desafíos de estos tiempos es incorporar a la cotidianeidad el uso de palabras que definen un estado de cosas. Hablar hoy de ciudades accesibles, de violencia machista, de exclusión social, de sectores vulnerables, de derechos de personas con discapacidad y de derechos de las minorías son algunos de los desafíos en los que el uso de la palabra es central.
Para que no estigmatice, no etiquete, no rotule, ni tenga connotación negativa cuando las pronunciamos.

Día del Periodista
Se viene un nuevo 7 de junio, un nuevo Día del Periodista, y se viene la obligación de recordar a Mariano Moreno, que sentó las bases del primer periodismo argentino con sentencias que suenan actuales.
“La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”, señalaba Moreno en un artículo que llevaba por nombre Sobre la libertad de escribir y que estaba fechado el 21 de junio de 1810.
Elda S. de González reflexiona sobre esas palabras de Moreno y añade: “Prácticas democráticas como la tolerancia, la participación, la discusión, el consenso, al establecer otros modos de convivencia, van gestando una sociedad que crece alejada del temor y la hipocresía. Tener un espacio para decir lo que se piensa, es una conquista de aquellos pueblos que han comprendido que el espíritu nace libre y adquiere así el derecho de expresarse, sin trabas”.
Muchos colegas periodistas no tienen posibilidad de elegir dónde trabajar, pero tienen la dignidad de no aceptar órdenes que contraríen el honesto ejercicio profesional. Hoy, muchos periodistas que tienen coincidencias básicas con el gobierno nacional desempeñan labores dentro del grupo Clarín. Pero a ninguno de ellos pudieron obligarle a falsear un centímetro de verdad, ni a exigirles que escriban sobre un país que ellos no ven. También hay colegas trabajando en medios afines al gobierno nacional aunque ellos no tengan ninguna afinidad y lo vienen haciendo con mucha dignidad.
Después de todo, los periodistas no siempre son los dueños de los medios para los que trabajan y están exentos de los acuerdos y arreglos que sus patrones puedan convenir con los diferentes poderes, sean políticos o económicos.
Más que nunca, estos tiempos son para exigir a los cuatro vientos cero mordaza a la prensa, cero mordaza a la libertad de expresión y de opinión, y cero mordaza a los periodistas que tienen un enorme respeto por las palabras precisas.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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