Planificar no es fácil en el país en donde vivimos pero deseo dar un aliento a esta noble actividad que puede redundar en resultados positivos para todo tipo de organizaciones.
Por: Germán Amurri (Lic. en Administración, Contador Público, Auditor Interno ISO 9001:2000 y Profesor. Director de la consultora ABC + 1)
Decir que los argentinos somos improvisados (en términos generales) no es una novedad y escuchar frases como: “lo vemos sobre la marcha”, “cuando llegue el día te aviso”, “si vos planificas algo seguro que te sale mal”, “Señora, es imposible decirle cuando podemos tener respuesta a su inquietud”; es a lo que estamos habituados y acostumbrados.
Pero este comportamiento ¿tiene alguna fuente? Quizás sea motivo de una investigación más profunda, pero a modo de opinión, creo que radica en que nuestro país no se ha mostrado estable desde sus comienzos, su economía (influida por la política) tuvo muchas oscilaciones, generando un estado de crisis permanente que obliga a la mayoría de las organizaciones a “sobrevivir”.
Entonces ¿Por qué preocuparnos por planificar? Porque considero que es una de las claves para construir un emprendimiento exitoso, porque el futuro se puede construir, haciéndolo extensivo al Estado, a una Organización particular o a la vida privada. En sí, los pasos de hoy son los caminos de mañana, son las futuras oportunidades que permiten concretar nuestros sueños aunque parecieran utópicos.
¿Qué es la Planificación?
La planificación incluye los distintos lineamientos a través de los cuales se fijan fines y objetivos para ser alcanzados en un horizonte de tiempo determinado. Por otra parte responde a la primera actividad a desarrollar dentro de lo que es el ciclo del proceso administrativo: planear – organizar – dirigir – controlar. Se suele decir entre los catedráticos que si una organización no planea se queda con el 50% de la administración, ya que si no hace esta actividad tampoco podrá realizar el control.
Los fines y objetivos son estados deseados a los que quiere llegar la organización, o sea una instancia futura que permite concentrar todo el esfuerzo de los recursos en busca de ese escenario probable. Este aspecto posee tres partes centrales: 1) Determinar los aspectos “filosóficos” de la organización, enfocarse en conocerse a sí mismo: ¿Quién soy? ¿Qué me gusta? ¿En qué pondré mi empeño?; 2) Plantear el futuro al que quiere llegar la organización y 3) Reconocer con que recursos cuento para ello.
Estas definiciones implican establecer: ¿Qué rol cumplimos dentro de la sociedad? ¿Qué necesidades satisfacemos? ¿En qué negocio estamos? ¿En qué negocio no estamos? ¿Con qué recursos contamos? ¿Cuáles son las claves competitivas (reglas de juego) del sector? ¿Qué factores de diferenciación poseemos? ¿Con que tecnología trabajaremos? ¿Dónde estaremos dentro de: diez años, cinco años y un año? ¿Con que tipos de clientes trabajaré? Como otras preguntas que particularicen el sector donde se encuentra la organización, el solo hecho de responder a estas preguntas ya es una planificación.
El futuro deseado debe ser en cierta forma factible con los recursos que poseo, pero debe implicar un esfuerzo para alcanzarlo. O sea, si es imposible de alcanzar nos llevaría a la frustración, y si es fácil de concretar no implica una mejora real en el estado de la organización. Por lo tanto se plantea un equilibrio entre lo inalcanzable y lo posible.
Los recursos con los que contamos son una pieza clave para construir el futuro, sus esfuerzos debes concentrarse en torno a la consecución de lo que se plantea, subordinando en muchos casos el interés personal por la realización de la meta. Estos son los que propiciarán el salto entre lo que se tiene hoy y lo que se desea alcanzar en el futuro. En cierta forma son los que ponen el techo al nivel de metas que se pueden alcanzar, si no es factible modificar su dotación en el corto plazo.
¿Cómo planificar en nuestro país?
Lo primero es entender que debo hacerlo desde un enfoque de prospectiva, es decir, primero establecer el punto más lejano en el tiempo (horizonte de largo plazo) y desde allí pensar en los otros estadios intermedios hasta llegar al día de hoy (horizonte de mediano y corto plazo).
Otra forma es ir de lo general a lo particular (pensamiento deductivo), primero planifico lo macro y luego voy bajando a lo micro.
Se deben generar planificaciones flexibles que se adapten a las situaciones por la que se atraviesa la organización. Para lograr esto se deber realizar un diagnóstico de la situación, previo a la fijación de objetivos, donde se evalúan los Aspectos Internos y un Análisis Externo (FODA). De esta forma se establece cual es la realidad por la que atraviesa la Organización y que factibilidad real tiene de alcanzar sus objetivos.
Se debe ir evaluado en grado de avance de lo establecido, haciendo correcciones a lo que inicialmente se pensó. Hay que evitar la frustración por el incumplimiento de lo pensado, sobre todo por restricciones que devienen del entorno, simplemente se debe reprogramar y repensar las nuevas situaciones, a períodos regulares (planificar a 5 años y revisar cada 1).
Lo importante es que la planificación fortalece la identidad, le da un rumbo cierto. Los esfuerzos en este sentido son una inversión que luego redunda positivamente. ¡Manos a la obra!

Claudio Minoldo
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