Quienes conocieron la tranquila Jesús María de hace 30 años la recuerdan chata y con mucha sombra. La segunda afirmación ya no se puede formular y todo parece encaminarse a que tampoco se pueda formular la primera.
Encerrada en la trampa de su falta de superficie, Jesús María cedió a la necesidad habitacional promulgando una ordenanza que permite la construcción de edificios: bienvenidos al futuro.
Y desde fines de los 90 a la fecha de construyeron cinco edificios de altura, dos de ellos hoteles, y están en camino tres construcciones más y todo parece indicar que por esa senda crecerá la ciudad. No se trata de una crítica a la construcción en altura sino a las precauciones que debiera tomar la ciudad, si es que quiere aprender del ejemplo de la ciudad de Córdoba donde valiosos edificios históricos, de valor afectivo para la comunidad, se demolieron en nombre de gigantescas moles de cemento que en nada contribuyen al resguardo del pasado.
Pasó en Nueva Córdoba y está pasando en barrio General Paz y pasará, seguramente, en Jesús María si no se toman las precauciones. Sigue vigente una ordenanza que prohíbe demoler sin consultar antes al municipio construcciones fechadas hasta el año 1950 y, sin embargo, ya se demolieron varias y se siguen demoliendo.
La intervención del Estado resultará imprescindible, aunque parezca que no puede inmiscuirse en las decisiones que corresponden a la órbita privada. Cuando los bienes atañen a la identidad, la historia, la cultura, y la arquitectura de una ciudad, mal puede decirse que un bien tiene un solo propietario.
Sabemos, por citar un ejemplo, que El Cortijo reposa tranquilo en manos de la familia Naum, pero si así no lo fuera la ciudad debiera intervenir en su conservación y hasta en su manutención.
Hay inmuebles menos valiosos en términos económicos pero no en términos afectivos para la ciudad y algo debe poder hacerse para resguardarlos para las futuras generaciones.
Hay que promover que se sigan incorporando propiedades al catálogo de inmuebles patrimoniales, que se realicen circuitos para visitar las fachadas de las propiedades que pertenecieron a las familias tradicionales de la ciudad, y proteger con normas cualquier intento de destrucción irracional, sin ningún motivo.
Además de un pasado jesuíta, Jesús María tiene otra historia, que hace a sus instituciones y sus empeños, la que hace a sus hombres y mujeres y a los que visitaban la localidad durante los veranos. Que no se pierda, es una obligación de todos para poder cimentar el futuro en el conocimiento exquisito de lo que fuimos.
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