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Editorial: Desafíos del periodismo de hoy

El 7 de junio se celebra el Día del Periodista. Una buena ocasión para repasar cuestiones del oficio relacionados con la actualidad.


Como nunca, la primicia dejó de pertenecer al territorio de los periodistas y del periodismo. Hoy, cualquier persona con un blackberry conectado a sus redes sociales puede subir una noticia en forma instantánea, con foto, y un microrrelato del suceso presenciado.
Es probable, en muchos casos, que el periodista y el fotógrafo lleguen tarde a cubrir ese  evento y que se tenga que conformar con levantar testimonio y foto de aquel “comunicador eventual”.
Pero hay una cosa más; internet es el territorio de la gratuidad y de la referencia, de modo que basta con “levantar” una noticia que generó otro colega y ponerle abajo la leyenda “Fuente: radio x, o canal x, o revista x” y listo. En muchísimos portales de noticias se reproducen los mismos textos con la mera cita de la referencia de fuentes.
El tercer aspecto es que cada vez hay menos público cautivo: las audiencias rotan, los lectores cambian, los televidentes te matan con un zapping. Las razones de esa movilidad hay que encontrarlas, principalmente, en la enorme oferta informativa que hay.
De allí a que valga la pena reflexionar sobre algunas de las razones por las que la gente elige informarse a través de nuestros medios de comunicación locales.
En primer término, porque sabe la procedencia de la información, quién tomó el testimonio, quién estuvo presente durante el hecho o evento, y casi casi que sabe dónde vive, con quién vive, y si tiene hijos, esposo/a, o un perro salchicha.
En segundo lugar porque para mucha gente sigue siendo más importante saber qué pasa en su aldea, en su lugar en el mundo, antes que saber la cotización del yen en Kuala Lumpur o sobre la desaparición de los marsupiales en las sabanas de África.
Y el hecho de que nos elijan también tiene que ver con la cuota de credibilidad que hayamos sabido sembrar en la comunidad.
Una parte del periodismo cree que la profesión tiene que servir de vehículo para la trasmisión de valores, que tiene que aportar valor en el servicio, que tiene que generar entornos para que la comunidad pueda interpretar los hechos con criterio.
Otra parte cree en la visión del periodismo-espectáculo que dispara flashes todo el tiempo sin orden ni razonamiento con el mero objetivo de entretener. Ambos periodismos conviven y no está ni bien ni mal que así sea.
Lo que sí hay que desterrar es el periodismo mercenario, aquel que cambia de parecer según el incentivo económico que le llega. Ése es un tipo de periodismo que le hace mal a toda la sociedad y no hay que dudar en señalarlo cuando se lo detecta.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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